Cataluña
El País Vasco no quiere seguir el modelo del «proceso» catalán
Suele olvidarse con demasiada ligereza el papel que el Partido Popular ha tenido en la política vasca en los últimos años. Sin duda, tener el desagradable honor de haber sido uno de los objetivos principales de ETA le ha dado un protagonismo del que, visto lo visto, puede sentirse muy orgulloso. Los socialistas vascos también formaron parte, por méritos propios, de este macabro ranking. Los populares, además, hicieron una aportación de gran importancia, diríamos que clave: gracias a su apoyo, en 2009 el Partido Socialista de Euskadi (PSE) llegó al Gobierno de Vitoria y llevó a Patxi López a Ajuria Enea. Se rompía, por primera vez, la hegemonía nacionalista a favor de las fuerzas constitucionalistas, algo que el credo sabiniano consideraba incompatible con la vida, pero no había otra manera de romper el inhumano cerco al que las fuerzas abertzales y su brazo armado sometieron a PSE y PP. A pesar de este sacrificio, los populares no recibieron el apoyo del electorado, como las últimas elecciones volvieron a ratificar, pero cumplieron el objetivo de que, por primera vez, en Ajuria Enea se dejaba de emplear la gramática identitaria y era posible construir un País Vasco abierto y tolerante. El reciente acuerdo de gobierno entre PNV y PSE ha vuelto a recuperar el léxico clásico del nacionalismo, como si en el País Vasco sólo hubiese vida política bajo la aceptación de dogmas como «nación» o «soberanía». Y, lo más significativo desde el punto de vista político, el anuncio de un nuevo Estatuto, precisamente una comunidad que dispone de un régimen foral económico propio y de un autogobierno con competencias más amplias que algunos estados en el mundo. Por la experiencia adquirida con el «proceso» catalán, sabemos que introducir en el centro del debate aspectos identitarios, como constituirse en nación en los textos legales, abre la puerta a los que verdaderamente quieren romper con el resto de España. La realidad, como tantas veces, no siempre se ajusta a los deseos de los líderes políticos. En una encuesta que publicamos hoy, el 53,8% considera que el País Vasco no es una nación, frente al 43% que sí lo cree. La ambigüedad del PNV permite las elucubraciones sobre la «nación cultural» o la nación como un sujeto político en el que reside la soberanía constituyente. Es inquietante que los socialistas acepten de nuevo esta retórica y no defiendan un único proyecto para el conjunto de España, máxime cuando, por ejemplo, la independencia ha sido, al menos hasta ahora, una demanda tan sólo de los partidos abertzales y de los satélites políticos de los etarras. El mismo sondeo recoge que el 71,7% quiere que el País Vasco siga formando parte de España, frente al 24,3% que se muestra a favor de la ruptura. Sin embargo, un 60,7% apoya la celebración de un referéndum para decidir la relación entre la comunidad vasca y el Estado. Sobre esta cuestión, la opción mayoritaria apuesta por reforzar la autonomía (41%), seguido de aquellos que desean mantener el actual Estatuto (30,8%) y la independencia (24,5%). Aunque el rechazo a seguir los pasos del «proceso» catalán es claro (62,5% está en contra, frente al 23,2%), que el PSE participe en estos momentos de un proyecto de reforma del Estatuto de Guernica nos recuerda inevitablemente el camino que siguieron los socialistas en Cataluña. En definitiva, la vía tomada por el PSE de reforzar los «derechos vascos» nada tiene que ver con su histórica propuesta de un federalismo igualitario.
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