
España
Mas se aferra a la inestabilidad

El presidente de la Generalitat de Cataluña, Artur Mas, ha decidido adelantar las elecciones autonómicas al próximo 27 de septiembre de este año, cediendo a la mayor parte de las exigencias de sus socios de ERC. Habrá listas diferenciadas, como quería Oriol Junqueras, y el programa separatista común se articulará mediante un compromiso de intenciones –una «hoja de ruta», en palabras del jefe del Gobierno catalán–, cuyo contenido se pactará tras nuevas negociaciones. A cambio, Mas se asegura la aprobación de los presupuestos regionales para este ejercicio, y gana tiempo para preparar su estrategia y para que CiU –y no sólo– pueda abordar con tranquilidad las próximas elecciones municipales de mayo, muy condicionadas por la incógnita que supone la aparición de nuevos partidos populistas en el panorama político español. Pese a que en su intervención de ayer el presidente de la Generalitat insistió en que se había recuperado el consenso y la unidad de acción entre las fuerzas que componen el movimiento independentista, lo cierto es que volvemos al escenario de 2012, con un adelanto electoral que pretendía la mayoría absoluta y que, sin embargo, convirtió al Gobierno de CiU en rehén de sus adversarios de ERC. Ambas fuerzas volverán a medirse en las urnas, pero con la diferencia de que las encuestas pronostican una mejora de los resultados para el partido de Oriol Junqueras. Es evidente, como hemos venido manteniendo desde LA RAZÓN, que lo mejor para los ciudadanos de Cataluña habría sido que Artur Mas hubiera agotado la legislatura, cumpliendo con su deber de gobernar para todos los catalanes, cuya situación económica y social se ha visto resentida, como en el resto de España, por la crisis, pero agravada por dos años de estéril proceso soberanista que ha impedido acordar con el Gobierno y con los agentes sociales medidas de reforma que se han revelado muy necesarias, por ejemplo, en materia de financiación. En cualquier caso, se plantea un año electoral muy complicado que hay que abordar, sobre todo en Cataluña, desde la serenidad y evitando caer en el expediente fácil de plantear «frentes», como el que pretendía presidir Artur Mas. Cataluña se mantiene en una situación de inestabilidad política, con la intromisión de organizaciones sin representación parlamentaria, a las que se permite desde el propio Ejecutivo arrogarse un papel que no les corresponde, y que pretenden extremar el enfrentamiento entre los catalanes. En estas circunstancias, al resto de los partidos políticos les corresponde ejercer la oposición a la que ha renunciado ERC, pero, fundamentalmente, dar voz a la mayoría de los ciudadanos catalanes que, desde sus respectivas posiciones ideológicas, no tienen la menor vocación de romper con el resto de España.
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