Moción de censura
Sánchez ante su minoría absoluta
Tres asuntos inmediatos, más simbólicos que eficaces si se quiere, pueden poner al presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, ante la realidad del inestable apoyo parlamentario sobre el que llegó a La Moncloa. Nos referimos, por supuesto, a la aprobación del techo de gasto para los Presupuestos de 2019; al nombramiento del administrador único de RTVE, cargo para la que ha sido propuesta la veterana periodista Rosa María Mateo, y a la pretensión de los partidos de extrema izquierda de abrir una comisión en las Cortes para investigar las llamadas «cintas de Corina», con la sola intención de atacara a la Jefatura del Estado. Ciertamente, el que Pedro Sánchez consiga que se apruebe en el Congreso la propuesta de incrementar en un 4 por ciento el gasto público carece de trascendencia práctica, puesto que, según la vigente Ley de Estabilidad Presupuestaria y Sostenibilidad Financiera, el techo de gasto debe ser convalidado también por el Senado, Cámara en la que el Partido Popular tiene la mayoría absoluta. Como se sabe, el nuevo presidente del PP, Pablo Casado, ya ha manifestado su oposición a cualquier incremento del déficit, por entender, acertadamente, que la senda del crecimiento pasa por la reducción de la deuda pública y una menor presión fiscal. De hecho, todo incremento del déficit, acaba en una abultada factura de intereses que afectan a varias generaciones. Tirar de la barra libre de la deuda, como ayer demandaba la presidenta de la Junta de Andalucía, Susana Díaz, incluso en momentos de bonanza económica, es, además, el paliativo de los malos gestores, que sólo conciben el incremento presupuestario por la vía de los ingresos públicos, es decir, por la fiscalidad, sin plantearse una reducción del gasto, mediante una mejor eficacia en la administración de los recursos. Sin duda, Pedro Sánchez podría capitalizar la derrota en el Senado con el fácil recurso populista de responsabilizar a la oposición popular – y a Ciudadanos, que también se opone–de una supuesta merma de los servicios públicos, pero si el rechazo se produce en el Congreso, por la falta de apoyo de sus socios de circunstancias, la cuestión cambia. Dicho de otro modo, el debate sobre el techo de gasto ha puesto en bandeja de plata a Podemos y a los grupos separatistas catalanes la oportunidad de desmarcarse del PSOE, presionándole bien por su izquierda, caso del partido morado y de Compromis; bien por el flanco del modelo territorial, caso de PDeCAT y ERC, sin que les suponga riesgo alguno. Lo mis reza para el embrollo de RTVE, donde la imagen de influencia del partido que lidera Pablo Iglesias ha sufrido un claro desgaste, o para la citada comisión de investigación. Hasta ahora, el guión se viene desarrollando dentro de los cauces previstos: Podemos y Compromís ponen en duda su apoyo, aduciendo que el incremento del 4 por ciento presupuestario es totalmente insuficiente para hacer frente a las necesidades sociales, mientras que los separatistas catalanes, con el PDeCAT echado al monte y más radicalizado si cabe, vinculan su posición al avance de las negociaciones bilaterales sobre la futura relación «Estado-Cataluña». En cualquier caso, la situación sólo refleja la realidad parlamentaria del partido del Gobierno y de su presidente. Con los 84 diputados de su grupo, el menor número desde la restauración de la democracia española, Pedro Sánchez está en una minoría absoluta y depende, mal que nos pese, con la que llegó a La Moncloa con los votos de unas formaciones políticas muy poco comprometidas con la estabilidad de la nación.
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