Elecciones Generales 2016
Si no hay pactos no habrá gobierno ni estabilidad
El debate electoral del pasado lunes empezó con una pregunta a la que los candidatos debían responder con un simple sí o un no: ¿se comprometen a que no se vuelvan a repetir las elecciones? Como no podía ser de otra manera, la respuesta fue que facilitarían la formación de un futuro gobierno. Sin embargo, en la noche del debate no se concretó bajo qué fórmula y qué pactos estarían dispuestos a suscribir los respectivos partidos. Sobra decir que la formación con más votos y escaños, que según todas las encuestas sería el PP, tiene que hacer valer su primera posición y, por lo tanto, formar Gobierno, si realmente tiene posibilidades reales. ¿Se respetará que gobierne el partido más votado? Ésa es la primera incógnita. Si nos guiamos por el último sondeo del CIS, ninguno de los cuatro grandes partidos suman votos suficientes para llegar a La Moncloa, pero todos son necesarios para alcanzar cualquier pacto. El debate evidenció que no va a ser fácil llegar a un acuerdo que facilite un gobierno estable. Estamos en la misma situación que el pasado 3 de mayo, cuando el Rey firmó el decreto de disolución de las Cortes, con la diferencia de que ahora los bloques están más claramente delimitados entre las opciones de izquierda y centro derecha. Según un sondeo de NC Report que publicamos hoy, los encuestados creen que el pacto que tiene más posibilidades de salir adelante es el de PP-Ciudadanos (23,2%), seguido por un escaso margen del de PSOE-Unidos Podemos (23%). Las opciones que se habían barajado en la pasada y frustrada legislatura han sido apartadas, como el acuerdo de gobierno entre socialistas y Ciudadanos, con el que Pedro Sánchez mantuvo falsamente en vivo sus aspiraciones presidenciales, y la llamada gran coalición de tres partidos que propuso el PP y a la que los socialistas y Albert Rivera se negaron. Por lo tanto, el mapa queda repartido entre dos bloques, con una clara radicalización del de izquierdas y, sobre todo, con el predominio dentro de esta alianza de la facción de Podemos. El escenario es confuso y su desenlace anuncia turbulencias en las constantes económicas del país. No hay que descartar la tentación de Sánchez de formar parte –¿como vicepresidente?– de un Gobierno presidido por Iglesias, a pesar de que el objetivo de éste no es otro que liquidar al viejo PSOE y quedarse con su electorado, por lo menos con el más joven. La apreciación de los encuestados abona la posibilidad real de que Iglesias se convierta en una alternativa real. Mariano Rajoy aparece como claro ganador del debate, porque fue el más convincente y el que mejor dominó los temas tratados, pero siempre seguido de Iglesias, incluso en la apreciación de «presidenciable», por encima en todos los casos del líder socialista. Es decir, en el pacto entre PSOE y Podemos primarían los intereses de este último partido, después de haberse convertido en el primero de la izquierda. Siguiendo las previsiones de los especialistas, que consideran que los debates televisivos pueden ser decisivos ante las urnas, un 13,7% confiesa cambiar el sentido de su voto y un 37% haber decidido a qué partido apoyará. Si se cumple el compromiso de los candidatos de que tras las elecciones debe salir un gobierno y, en ningún caso, se repetirían las elecciones, está claro que se deberán alcanzar pactos que rompan el bloque entre izquierda y derecha. Es decir, será necesario que se deje gobernar a través de la abstención. Tras las elecciones del 26-J debe exigirse a los partidos que actúen con la máxima responsabilidad. Nos jugamos demasiado.