Papel
Una tragedia anunciada
El último naufragio frente a la isla de Lampedusa, en el que habrían muerto cerca de 700 personas, ha demostrado el fracaso de la Unión Europea para evitar una tragedia anunciada a escasos metros de sus costas. No es la primera vez que se produce un drama de proporciones semejantes, pero parece que no aprendemos de nuestros errores o, lo que es aún peor, que nos importa bastante poco. Ha tenido que ser el Papa quien, una vez más, ha sacado los colores a Bruselas. Hace menos de dos años, Francisco acudía a Lampedusa para poner el foco sobre una realidad lacerante que acababa de dejar a más de 300 inmigrantes muertos en el mar. Tras aquella llamada de atención, se puso en marcha un programa de rescate que, poco a poco, fue vaciándose de fondos. El Santo Padre volvió a pedir ayer, como si no hubiera transcurrido el tiempo, lo mismo que en 2013: decisión y rapidez para evitar que se repitan episodios similares.
La UE no puede dejar solos a España e Italia, los países más afectados por la llegada masiva de ilegales, o las desgracias continuarán produciéndose «ad eternum». En este sentido, el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, ha dicho que Europa se juega su prestigio si no es capaz de evitar situaciones tan dramáticas. «Ya no valen las palabras, hay que actuar», declaró ayer Rajoy. Lo cierto es que nuestro país se ha cansado de reclamar más medios y el compromiso firme de todos los socios comunitarios para paliar los efectos de las migraciones hacia el Viejo Continente dirigidas por mafias organizadas. Se trata de un problema de tal envergadura que sólo puede ser abordado por la UE en su conjunto y de una manera integral si se quiere obtener resultados.
Italia está completamente sobrepasada por la llegada masiva de africanos que tratan de escapar de la miseria y la desesperanza y que, en muchas ocasiones, se topan con la muerte en su búsqueda de una vida mejor. El primer ministro, Matteo Renzi, ha convocado una cumbre de urgencia para establecer una nueva agenda sobre inmigración que pase por engordar el presupuesto destinado a tales fines. Los países miembros no pueden mirar hacia otro lado. Esta última desgracia exige que estemos a la altura para responder por las 1.500 muertes ocurridas en el Mediterráneo desde que comenzó el año. Europa debe demostrar que es mucho más que una mera asociación económica, que representa unos valores y unos principios de solidaridad que está dispuesta a defender, cueste lo que cueste, más al sur de nuestras fronteras. De nada sirve rescatar a varios miles de subsaharianos en el mar si abandonamos a millones en sus lugares de origen.
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