Parresía

Los hijos de Juana Rivas

Ni Núñez ni esos otros políticos que mienten o inflan sus respectivos currículos me representan. Tampoco los mentirosos, o los incoherentes, o los sectarios, por supuesto

Están las redacciones vacías y el tiempo revuelto. Un año más, tengo la sensación de que me equivoqué pidiendo vacaciones a partir del 1 de agosto. ¡Cuando por fin salga de la tele será otoño en las calles! Al menos, Madrid descansa por fin del ajetreo intenso y nosotros con ella, transitando bajo su cielo de color incierto y su viento titubeante.

Ahora mismo, los juzgados están a punto de cerrar hasta septiembre -no hay informes de la UCO a la vista- y los políticos que son noticia lo son… a su pesar, como la popular Noelia Núñez.

A propósito de su caso, os seré franca (esta columna se llama Parresia por algo). Hizo muy mal Núñez en mentir, en falsear su currículum, y ha hecho lo correcto dimitiendo. He oído por ahí a varios políticos de diferente ideología –entre ellos, a la vicepresidenta de Sumar– comentar que los estudios superiores no deberían ser un requisito prioritario para convertirse en diputado/a. No puedo estar más en contra de esa apreciación. Como madre, para mi hijo quiero a los mejores docentes –los más formados y profesionales–; para tratar a mi padre busco a los médicos más competentes –y titulados, por supuesto– y, de la misma manera, para mi país, en el Parlamento, deseo también a una clase política lo más preparada posible que, desde luego, sea también honesta, coherente, solidaria, experimentada, tolerante. Por lo tanto, ni Núñez ni esos otros políticos que mienten o inflan sus respectivos currículos me representan. Tampoco los mentirosos, o los incoherentes, o los sectarios, por supuesto.

El otro gran asunto de la semana me tiene confundida: Juana Rivas y sus dos hijos, desde Maracena, luchando para que el pequeño de 11 años, Daniel, no sea entregado hoy a su padre, Francesco Arcuri. Todo indica que ganará el pulso legal este padre porque, formalmente, la madre recibió a Daniel en Navidades y no ha dejado que regrese, aunque la custodia le corresponde a Francisco Arcuri pero…, pero si te lees la carta que ha escrito el pequeño Daniel de su puño y letra, denunciando los supuestos maltratos del padre, y añades la lectura de la carta del mayor, Gabriel, en la misma línea, resulta inevitable dudar.

Y si ya recuerdas también la escena terrible del otro día, en el punto de encuentro de Granada, con ese niño suplicando no regresar con su padre, ¿qué queréis que os diga? ¿Hay alienación parental o maltrato encubierto? No me decanto por la madre –del espectáculo, ella es responsable– ni por el padre, que recordemos tiene pendiente en Italia un juicio por malos tratos. Me decanto por los hijos, exclusivamente por su bienestar. Ojalá se decida escuchándoles a ellos.