
Tribuna
Eficacia y eficiencia
Serán ciertas las palabras de Safra Catz cuando dice que ¿«un imbécil puede recuperarse pero un mentiroso, no»?

Comprender España ha pasado de ser una especie de necesidad ineludible, a convertirse en asignatura aparentemente superflua. Casi imposible de aprobar ahora. Ortega advertía al español, de hace más de un siglo, cuando pretendía huir de las preocupaciones nacionales, lo inútil de su empeño. Acabaría siendo prisionero de ellas diez veces al día. Otra cosa es que terminara comprendiendo que España, era y es, «nuestro problema primero, plenario y perentorio». Seguramente no lo lograría, entre otros motivos, porque la pedagogía social no alcanzaría las metas propuestas.
Hoy España lejos de pensarse, se ha transformado en una bifurcación emocional, con dos perspectivas antagónicas que discurren en paralelo. Un proceso asentado en creencias que escapan a cualquier atisbo de racionalidad. Sólo una minoría, acaso ínfima, duda de la posibilidad de la supervivencia de esas dos Españas, que se niegan recíprocamente como tales, impidiéndonos hasta el ejercicio de dudar. Así llegamos a la incomprensión y con ella al aburrimiento, a la envidia, al odio, al miedo, a la cerrazón, en suma, que nos priva de tolerancia y generosidad. Instalándonos, además, en la nada, en un tiempo sin historia, pues ésta exige comprensión, algo muy diferente de la memoria por muy democrática que sea.
Estamos pendientes de un continuo acontecer episódico, tanto en nuestro país como en el exterior, viviendo demasiado al buen tuntún. Por ejemplo, entre las palabras que figuran, en el «perturbador» discurso del presidente Trump, hay dos que causan esperanza o inquietud. En el diccionario de la RAE la primera de ellas sería «la capacidad de lograr el efecto que se desea o espera». La segunda apunta a algo parecido, pero «con el mínimo de recursos posibles». Ambos términos provocan algunos recelos, pues en el ámbito de la UE, la dominante es más bien la burocracia, y en algunos países como el nuestro, incluso a cualquier precio. Sin embargo, estos últimos días hemos podido comprobar nuestra capacidad, individual y colectiva, para conseguir extraordinarios resultados en uno y otro campo.
El caso de Puigdemont es digno de figurar como paradigma de la efectividad; hasta el extremo que él mismo declara su sorpresa, por conseguir cosas que parecían imposibles. Tiene razón. Convertir en simples copistas a los miembros del equipo del Consejo de ministros, es un éxito sin par. Apenas con 7 diputados en el Congreso, tras las elecciones generales de 2024, el 6 por 100 de los votantes, ha conseguido, entre otras cosas, controlar los Presupuestos Generales del Estado; la condonación de 15.000 millones de euros, de la deuda pública de su «autonosuya»; la gestión fiscal del Principado, a través de la Agencia Tributaria de Cataluña; el control de sus fronteras, en manos de los Mozos de Escuadra; el cupo «catalán»; … etc., aunque en esto último figure Junqueras en lugar destacado. Y que la amnistía siga viva, a pesar de todo, humillando a la vez a las instituciones españolas con Sánchez a la cabeza.
Hemos de aceptar que gracias a las «habilidades» del presidente del Gobierno, los beneficiarios de otras prebendas, como los mandatarios de ERC, Bildu, PNV, BNG, … etc., han obtenido también su parte en el saqueo. Pero sólo el rey de Marruecos podría hacerle algo de sombra al líder de Junts, en lo tocante a la eficiencia, a la hora de expoliar a España.
En cuanto a la eficacia hemos podido comprobar, para general sosiego, la enorme capacidad de los sindicatos del régimen. Tranquilos. Su poder de movilización no ha sido valorado como corresponde. No es fácil sacar a la calle a algunas decenas de aguerridos manifestantes contra la oposición, y menos aún, cuando aquello por lo que estaban decididos a luchar hasta donde fuera preciso, ya lo habían concedido las fuerzas a las que se proponían combatir. El mal trato a tal sacrificio sindical ha llegado al límite de ser calificado, como un grave episodio de descerebramiento de sus protagonistas.
Para mayor agravio se han expresado serias dudas acerca de las causas del mismo. Hay quienes lo achacan a su escaso entrenamiento en los últimos tiempos, pero no faltan los que apuntan a un hipotético problema gastronómico, derivado de la ingesta excesiva de crustáceos y moluscos. Nadie ha reconocido la posible eficiencia de estos defensores de las pensiones, y otros derechos sociales de los jubilados; pues son evidentes los voluminosos recursos disponibles, especialmente, por UGT y CCOO.
Mientras, en su particular cruzada contra la autocracia tecnocrática y su cortejo de falsedades, defendiendo la libertad, no ha tardado Sánchez en afirmar que Elon Musk ha modificado una parte del algoritmo de la «red social X», para generar continuamente cierta clase de bulos. Algo cuya veracidad resulta demasiado dudosa. Serán ciertas las palabras de Safra Catz cuando dice que ¿«un imbécil puede recuperarse pero un mentiroso, no»?
Emilio de Diego. Real Academia de Doctores de España.
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