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Apuntes

Ese inmigrante que te arregla las cosas

La inmigración no es un problema en España, porque pilló a trasmano al buenismo socialdemócrata, tipo Suecia

Resulta que el menor marroquí que violó a una cría de 14 años en un parque frente al centro de acogida de Hortaleza tenía 23 años y una lista no demasiado pequeña de arrestos previos por robos, lesiones y desacatos. Todo indica que alguien en el Ministerio del Interior de Fernando Grande Marlaska (tres reprobaciones parlamentarias y dos sentencias vergonzantes os contemplan) no hizo bien su trabajo en ese pantano de excusas, descargos de responsabilidad y cuentas al maestro armero en que se ha convertido la Administración pública española de un tiempo a esta parte, el que va de Rajoy a Sánchez.

El asunto es especialmente grave por el daño sufrido por la niña, con, me temo, esperables secuelas de larga duración, pero, también, porque ese tipo de descuidos, de mirar para otro lado, no me vayan a joder el día, que para lo mal que funciona el sistema todo da igual, alimenta la dinámica del miedo a la inmigración, más si es de origen musulmana, de partidos como Vox y Alianza Catalana y, claro, luego se atribulan los del PP y los de Junts y dicen cosas poco meditadas, no vayan a perder cuatro votos de los de la agiprop xenófoba y tal.

Al Gobierno, por supuesto estas cosas de las derechonas le vienen bien, que nadie se fija mucho en lo que hacen los socialistas, que la ministra Elma Saiz se ha sacado de la manga una reforma del reglamento de extranjería que tiene en un grito a todos los abogados del sector y lleva más de un centenar de hojas explicativas del articulado, además de extender a todos los candidatos a la reagrupación familiar, sean musulmanes o no, la sospecha de la práctica de la poligamia, que se han visto pocas cosas más racistas.

La falta de diligencia de los cuadros políticos y la falta de medios, que roza el maltrato, de unas fuerzas de seguridad cuya calidad humana y profesionalidad de sus miembros son un lujo asiático, como sabe cualquiera que haya viajado un poco por esos mundos de Dios, de los que, precisamente, vienen huyendo los inmigrantes, convierte en una prédica en el desierto a quienes defendemos que la inmigración no se gestiona desde el populismo o desde legislaciones especiales, impulsadas muchas veces por la urgencia electoralista, sino desde la estricta aplicación de la ley a todos los que residen en España, de todas las leyes, desde las locales a la normativa internacional, sin distinción de origen o religión, sin excusa ni pretexto. Nos dejan como profetas orates a quienes señalamos la realidad de que nadie va a sacarnos las castañas del fuego con la inmigración irregular y que somos nosotros, como sociedad, los que tenemos que gestionar un fenómeno creciente que mueve cientos de miles de millones de euros.

Partimos de un hecho fundamental: que, hasta ahora, la inmigración no es un problema en España, salvo cuatro excepciones, sino un beneficio -no hay más que mirar a nuestro alrededor y fijarse en quien nos arregla las cosas que merece la pena cuidar. Si quieren saber más, en «Filmin» tienen una serie policiaca sueca, «la delgada línea azul», compendio de todos los buenismos socialdemócratas que han llevado a los guetos, a las zonas de exclusión y al estallido del racismo. La ley, sólo la ley, eso que al Gobierno y sus socios no les suena.