Letras líquidas
«Eurorrealidad» en cayuco
Asistimos estos días, de nuevo, a la llegada masiva de cayucos a las costas canarias. El drama de la inmigración en estado puro
Hay demasiadas crisis que son cíclicas. Se repiten una y otra vez. Su complejidad las convierte en inabarcables y, por mucho que se acuda a paliar sus síntomas, el mal de origen termina por imponerse y resultar (o, al menos, parecer) irresoluble. Asistimos estos días, de nuevo, a la llegada masiva de cayucos a las costas canarias. El drama de la inmigración en estado puro, las desigualdades más profundas concentradas en el hangar de un puerto, de varios puertos, bajo mantas térmicas, brillantes, como apelando a un destino que no es el suyo. Y la escena, repetida, entronca con aquellas que desbordaron las islas españolas en 2006. Pero también se une a todas las que, a lo largo de los años desde entonces, y el tiempo se acerca ya a las dos décadas, han impactado en las costas del sur de Europa. Lesbos, Lampedusa, Canarias. Grecia, Italia, España. Fronteras enlazadas por su situación meridional y países receptores de las múltiples tragedias, hambrunas, guerras o miserias varias que detonan las huidas y tensan la resistencia de la Unión Europea: de sus recursos y de sus políticas.
Ya lo comprobó Angela Merkel en 2015. Ni el drama ni la crueldad de la contienda siria fueron capaces de armar una respuesta comunitaria ante semejante encrucijada. Turquía actuó como aliado y los campos de refugiados sellaron la fuga... hasta el siguiente trance. Y, ahí seguimos, empeñados en exportar un modelo de convivencia y respeto a los derechos humanos sin equivalencia en el mundo, pero condicionados por la ausencia de directrices homogéneas, de una política exterior armonizada que resulte efectiva y ahora, además, pendientes de una nueva ampliación cuando aún no se ha encajado la anterior. La descoordinación es el freno que debilita el proyecto: en su faceta exterior, como actor de referencia internacional, y en la interior que exige una respuesta común a las tensiones migratorias. Europa despertó de su ensueño en La Alhambra y la realidad seguía llegando en un cayuco.
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