Aunque moleste

Evitar una escalada mayor

El ejército hebreo es más potente, pero los árabes no son los de la Guerra de los Seis Días

Biden se está cansando de Netanyahu y le ha dicho que, como ya tienes una victoria, disfrútala y deja de meternos en líos, porque te hemos apoyado en una operación defensiva, pero no participaremos en atacar a Irán. La respuesta anunciada y pactada de Teherán contra Israel, con la mediación de Turquía ante Washington, tras el bombardeo israelí al consulado persa en Damasco, tendría que ser suficiente para volver al statu quo anterior sin escalar en el conflicto. El bituminoso régimen de los ayatolás ha enseñado los dientes sin querer morder, usando cientos de drones de tecnología superada, para mandar el mensaje de que «podemos llegar a Israel: la próxima podría ser diferente». Con frecuencia algunos regímenes árabes son tildados de bravucones, pero igual no es buena idea mofarse de la teocracia jameinita más de lo aconsejable. Amén de ser avanzados en drones última generación, usan misiles balísticos e hipersónicos, desconociéndose si cuentan con armamento nuclear, del que en cualquier caso sí disponen sus asociados chinos, rusos y paquistaníes.

Irán se da por satisfecho con el resultado de su más que condenable agresión de fogueo, el problema está en saber si a Tel Aviv le basta con disfrutar de los laureles de haberla repelido. Analistas militares opinan que no, porque Netanyahu necesita escalar el conflicto para quitar el foco del avispero gazatí, donde siete meses después no acaba de alcanzar con claridad sus objetivos: los rehenes siguen cautivos, los terroristas no han sido eliminados, su ejército sufre bajas y la imagen de Israel se resiente en el mundo. Una guerra prolongada en la franja le perjudica interna y externamente, y por eso prefiere escalar, trasladando el foco al amigo americano. Sólo que Biden ha dicho «no», y está por ver si Netanyahu volverá a tentar directamente a Irán, como hizo atacando su consulado en Siria.

En realidad, la guerra ya es regional, sólo que larvada. La arquitectura estratégica «de resistencia» diseñada por el general iraní Qasem Soleimani, matado en Iraq por los Estados Unidos de Donald Trump, mantiene una estructura de conflicto asimétrico contra Israel en diversos frentes: las brigadas Al-Quds palestinas en Cisjordania, Hamás en Gaza, Hezbolláh al sur de Líbano, Kataib Hebollah en Iraq, las brigadas Zainabiyoun de Al-Quds en Siria y en los altos del Golán, y los rebeldes hutíes en Yemen. Seis frentes militares de no gran intensidad, pero abiertos, más el frente económico, con la amenaza permanente de cierre del Estrecho de Ormuz, controlado por Irán, que estrangularía el tránsito petrolero mundial.

El ejército hebreo es el más potente de la zona, con diferencia, pero los árabes no son los de la Guerra de los Seis Días. De ser cierto que a Netanyahu le interese la escalada, el resultado sería una conflagración total, más allá del Oriente cercano. En 1871, el general americano Albert Pike, francmasón egregio y comendador del supremo consejo, explicó en carta a Giuseppe Mazzini, custodiada en el Museo Británico y publicada por «The Sun», lo que denominaba su plan militar de varias revoluciones y guerras para destruir a los zares, implantar el comunismo, debilitar al cristianismo y enfrentar al sionismo con el mundo musulmán, en la tercera gran guerra. Premonición o ficción, lo de Israel con Irán no debería escalar a mayor.