Al portador
Gallardo, un político entre la hipocresía y el ridículo
La presidenta extremeña, María Guardiola, se frota las manos porque es su adversario político quien le da munición hasta para ponerlo en ridículo.
Adlai E. Stevenson (1900-1965) fue dos veces candidato a la presidencia de los Estados Unidos por el Partido Demócrata. En ambas ocasiones le venció Dwight Eisenhower (1890-1969), pero a pesar de sus derrotas mantuvo su prestigio y siempre fue muy respetado. En tiempos en los que la mentira era muy castigada en política, en Estados Unidos y en cualquier democracia, dijo que «un hipócrita es un político que talaría una secuoya para luego montarse en el tocón y pronunciar un discurso a favor de la conservación». (Entre paréntesis, el tocón, según la RAE es la parte del tronco de un árbol que queda unido a la raíz cuando lo cortan por el pie»). El socialista extremeño Miguel Ángel Gallardo, sesenta años después del fallecimiento de Stevenson, es el ejemplo vivo de que el político norteamericano iba bien encaminado. Acaba de acceder a un escaño del parlamento de Extremadura por el poco democrático método de la renuncia de cinco compañeros de partido que estaban colocados por delante de él en la lista de su circunscripción. Argumenta que, como líder del PSOE de la Comunidad, necesita estar en la Cámara para hacer una oposición más efectiva. Lo que no explica, claro, son las razones por las que no encabezó en su día la candidatura socialistas.
Miguel Ángel Gallardo, que ahora está aforado y así retrasa el proceso legal que se sigue contra él por su intervención en la contratación de David Sánchez, hermano del presidente del Gobierno, acaba de rizar el rizo una vez que está blindado. Ayer habló de «abrir el estatuto de autonomía» y «cambiar los aforamientos si es necesario». Las críticas, por supuesto, le llegaron en cuanto terminó de decirlo, mientras la presidenta extremeña, María Guardiola, se frota las manos porque es su adversario político quien le da munición hasta para ponerlo en ridículo. Josep Tarradellas (1899-1988) ya advirtió que «en política se puede hacer de todo, menos el ridículo», que es donde está atrapado el socialista extremeño. «El miedo es libre» afirma el refranero español y es lo que debe haberle ocurrido a Gallardo que, además, intenta combatir las críticas que recibe con el argumento manido de que «van contra el PSOE», a pesar de que incluso entre muchos socialistas la sensación de bochorno y de vergüenza ajena es enorme, sin olvidar que deja todo un papelón al Tribunal Superior de Justicia de Extremadura cuando el asunto llegue –que llegará–a su jurisdicción. Un ejemplo de deterioro institucional, de ridículo y de hipocresía política como confirmaría el mismo Adlai Stevenson.