Letras líquidas
El «hype» del consentimiento
Un eslogan es propaganda válida para campañas de mercadotecnia, incluso para las electorales, pero no encaja en otras esferas, como la del derecho
Existe una técnica en publicidad que se nutre de avivar expectativas: sobre una persona, sobre un producto, sobre una serie. El «hype» (la hipérbole, literalmente) infla globos artificiales generando un interés de tales proporciones que lo mejor de esa persona, ese producto o esa serie se queda en el «antes» porque «después» solo puede llegar la decepción. Es «marketing». Es venta. Es la ley del mercado. Y responde a sus propias reglas. El riesgo es trasponer, sin más, esa estrategia a otros ámbitos, alcanzando espacios sensibles de la sociedad, en los que maquillar, retocar o exagerar no es una opción. Un eslogan es propaganda válida para campañas de mercadotecnia, incluso para las electorales, pero no encaja en otras esferas, como la del derecho.
El «solo sí es sí» fue una consigna muy conseguida: fácil, directa, pegadiza y que tuvo el valor de incidir en la importancia de la voluntad de las mujeres en los casos de agresiones sexuales (en su amplio espectro de gravedades). Fue un impulso para cambiar mentalidades y remover atavismos, pero un fracaso en su traslación a la técnica jurídica. En especial porque ha ido unido a otro lema enfáticamente repetido: «poner el consentimiento en el centro», como si nunca hasta este momento de la historia hubiera sido clave en los procesos penales. Y el abuso de esas frases ha confundido a la opinión pública y ha distorsionado la verdadera complejidad de la Ley de Garantía Integral de Libertad Sexual que radica en la dificultad probatoria de la violencia y la intimidación, o sea, lo que nos vertebra como Estado de derecho y nos aleja de modos inquisitoriales. Descubrir, más de 400 reducciones de pena después, que lo que se ha hecho es abrir una vía de fuga que desprotege a las mujeres es la perversa consecuencia de un malentendido colectivo, debidamente alentado por el Ministerio de Igualdad tras la sentencia de La Manada. Y así, reduciendo la conversación pública a truco publicitario, hemos llegado a la explosión de este perfecto «hype» político.
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