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La imposible corrección política ante la emigración
La inmigración es uno de los asuntos más capitales que afrontan los países occidentales, hasta el extremo de que la política migratoria puede –y de hecho lo hace– decidir elecciones y moldear gobiernos
John F. Kennedy (1917-1963) proclamaba que «la política de inmigración debe ser generosa, justa y flexible». Bill Clinton, también demócrata, precisaba que «debemos decir no a la inmigración ilegal para poder seguir diciendo sí a la legal». Celestino Corbacho, aunque es probable que nadie lo recuerde, fue ministro de Trabajo de Zapatero entre 2008 y 2010. Miembro destacado en aquellos tiempos del PSC decía que «en este país, todos los inmigrantes que sean necesarios y uno más, pero todos con contrato de trabajo». La inmigración es uno de los asuntos más capitales que afrontan los países occidentales, hasta el extremo de que la política migratoria puede –y de hecho lo hace– decidir elecciones y moldear gobiernos. España no es una excepción, aunque tiene ventajas. Wolfgang Münchau, director de Eurointeligence, un «think tank» –pensadero– de referencia de los líderes europeos, escribe en el último número de Cuadernos de Economía Española: «España tiene la suerte de poder generar crecimiento del PIB, pero esto se debe principalmente a la emigración. España tiene la suerte de que muchos emigrantes hablan español. Los alemanes y holandeses no disfrutan de ese privilegio. Estoy totalmente a favor de la inmigración altamente cualificada, pero las economías no pueden crecer de forma sostenible basándose únicamente en la emigración». Algo similar escribía el domingo el Consejo Editorial del Financial Times: «El principal motor (económico) de España ha sido la inmigración. (...) Una parte significativa de los recién llegados procede de Latinoamérica. El idioma compartido, las similitudes culturales y las redes existentes han facilitado su integración en el mercado laboral y su aceptación en la sociedad en general. A pesar de todo, el auge del crecimiento impulsado por la inmigración debe gestionarse con cuidado». No es muy distinto de lo que dice ahora Feijóo, auto obligado a tomar partido en un asunto en el que la corrección política es imposible. El problema migratorio está ahí, pero adoptar una posición equilibrada parece imposible y el líder del PP, que a veces tiene que hiperventilar por si hubiera elecciones en puertas, se pasa de frenada como con lo del visado «por puntos». La inmigración es necesaria y bienvenida. No obstante, es imprescindible aclarar que el Estado del Bienestar actual es insostenible si se pretende mantener con emigrantes –y nacionales– de renta baja, en España y en todas partes. Y es que es muy difícil, casi imposible, aplicar la corrección a una política de inmigración «generosa, justa y flexible» como pedía Kennedy.