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Pequeño Himmler

Un enorme número de catalanes no nos creemos ni por un momento las insidias de Turull y respetamos a los andaluces mejor que Montero

A los nacionalistas violentos, por abreviar, siempre les llamo nazis. Ahora me estoy planteando ampliar esa designación para que también acoja a los violentamente nacionalistas. Por tanto, como catalán, quiero aprovechar esta columna para desagraviar a los andaluces de cualquiera de los capciosos y cobardes insultos de mi paisano Turull.

Al ser hijo de catalana y asturiano, domino bien el mundo del mestizaje y la inmigración en Cataluña. Y conozco profundamente esa postura racista y xenófoba, de algunos de los autóctonos, que en la región gustan de pintar a los andaluces como unos holgazanes que nos roban. El bulo proviene del momento en que, hace un siglo, hubo una gran emigración andaluza en la región buscando trabajo. El miedo acomplejado de algunos indígenas a la inmensa capacidad laboral de todos esos recién llegados fabricó esos repugnantes mitos.

Este tipo de autóctonos capciosos harían un Reichführer estupendo: comisionados del Reich para la consolidación del pueblo catalán. Su mejor modelo sería Himmler, quien siendo un nazi bajito, feo y segundón, no encontró mejor salida a sus complejos que intentar compensarlos con un despreciable supremacismo. El proyecto de la maquinaria de propaganda hitleriana, pilotada por tipos como ese, se basaba en acusar con mentiras a otros colectivos, tribus o razas para justificar exigencias gubernamentales que eran indefendibles desde el punto de vista de la moral, la decencia y la honestidad.

Dado que María Jesús Montero no se ha atrevido a desagraviar a los andaluces que pretende gobernar y contestar a Junts –porque depende de sus siete votos– he decidido hacerlo yo. Un enorme número de catalanes no nos creemos ni por un momento las insidias de Turull y respetamos a los andaluces mejor que Montero. Soy también bajito y feo y me desagradan mucho los nazis. No estoy queriendo decir en absoluto que Turull lo sea. Pero debe reconocer que sus afirmaciones los recuerdan enormemente.