El trípode

«La incomparable Isabel la Católica»

El epíteto de «Reyes Católicos» concedido a ella y a su esposo Fernando II de Aragón por el Papa en 1496, hace honor a dicho reconocimiento.

Anteayer tuvo lugar en el salón de actos de la FUE (Federación Universitaria Española) de Madrid, ante una nutrida presencia de público y con asistencia de su presidenta Lydia Jiménez, la presentación de la nueva edición de un libro, cuyo autor y personaje principal bien merecen este auditorio. Su título, «La incomparable Isabel la Católica», no requiere de más comentarios para identificar a la protagonista. El epíteto de «Reyes Católicos» concedido a ella y a su esposo Fernando II de Aragón por el Papa en 1496, hace honor a dicho reconocimiento.

En cambio, su autor, Jean Dumont, sí necesita de una breve semblanza. Francés natural de Lyon, nació en 1923 y falleció en 2001, y es uno de los mayores conocedores del Siglo de Oro español. Hispanista e hispanófilo ilustre, tiene una muy extensa producción literaria como autor, editor y director de más de mil obras de Historia. Entre ellas, alguna esclarecedora de la verdad histórica de España, como «Lepanto», donde se desvela la traición del monarca francés que apostó por el sultán otomano frente a la flota combinada católica comandada por el gran personaje, el joven D. Juan de Austria, hermanastro de Felipe II.

Es de singular importancia que sea un gran hispanista francés el que se sume a la extensa bibliografía sobre esta gran mujer, española, esposa, madre y reina, y que ayude a desenmascarar la «leyenda negra» que, aunque ya muy residual, pesa todavía sobre su figura. En el libro se esclarecen cuestiones como las acusaciones relativas a la expulsión de los judíos, a la Inquisición y a la conquista y evangelización de América bajo su reinado. No es menor la aportación de Dumont a la causa de beatificación de Isabel. Estando el proceso ya concluido y a plena satisfacción para ser reconocida como beata, en el año 1991, en el marco de la conmemoración del Quinto Centenario en 1992, se desató una infame campaña contra ella culpándola nada menos que de ser la «responsable de la persecución de miles de judíos y musulmanes», acusándola «de parecerse más a un demonio que a un santo» o de ser «símbolo de la intolerancia». El arzobispo de París y judío converso, cardenal Lustiger, influyente ante la curia vaticana, decantó finalmente la balanza, y el 28 de marzo de 1991 se hizo oficial la suspensión de su proceso de beatificación. Al respecto, otra mujer abulense, Lydia Jiménez, recordó a santa Teresa, también de Ávila, que ya dejó escrito: «La verdad padece, pero no perece».