Tribuna
El juez novato
Lo de Barbate, como lo de Mari Luz Cortés, muestra cuánto preocupa la Justicia a nuestro Estado o a una clase política que si habla de los jueces es para atacarlos y que no quiere su eficacia
Conviene no olvidar los sucesos de Barbate, que la actualidad no los devore de nuestra memoria o que esos magos en manipular a la opinión pública no nos distraigan con otros asuntos. Lo que allí ha ocurrido es gravísimo por el asesinato de los guardias civiles, por lo que se intuye que hay detrás del narcotráfico en el Estrecho y, a la vista de cómo se combate, parece que España se muestra como estado fallido.
Pero ahora me ocupo de la vertiente judicial. Lo hago porque a los pocos días ABC nos metía una dosis de desasosiego al informar de que el juez que llevará la instrucción de esos hechos recibió el destino de manos del Rey dos semanas antes: es su primer destino tras aprobar la oposición y culminar dos años de estudios en la Escuela Judicial. Un juez novato. Así lo valoró ese periódico: la instrucción de un asunto de tal envergadura la asumirá un juez novato e inexperto.
Al menos compensaba tal impresión diciendo que la juventud y bisoñez del nuevo juez no cuestiona la valía que se le presume, es más, hablaba de su «altísima preparación»; y añadía el periódico que lo que queda en evidencia son unos juzgados desbordados, como viene denunciando el Tribunal Superior de Justicia de Andalucía, que advierte que estos asuntos no pueden recaer en «jueces sin experiencia suficiente».
Barbate será el primer destino de ese juez, cierto, pero conviene que nos detengamos en los activos con los que viaja a Barbate. En primer lugar y fundamental, vocación profesional, porque esa vocación explica el empeño por ser juez; un empeño en aprobar las oposiciones a las que se suele dedicar una media de cuatro años y medio y que, tras superarlas, exige cursar dos años más en la Escuela Judicial, de ellos, uno en prácticas. Este es el esfuerzo que el Estado invierte al seleccionar y formar a sus jueces y por eso comparto lo declarado por Jueces y Juezas para la Democracia, que ha defendido su preparación y ha censurado que se haya puesto en duda la formación del nuevo juez, generando desconfianza.
Dicho esto, vuelvo al inicio. Antes afirmaba que lo ocurrido en Barbate muestra que en ese aspecto España presenta inquietantes síntomas de Estado fallido, pero me corrijo y vamos a dejarlo por ahora en Estado deficiente. No hablaré ni de los medios con los que cuentan o deberían contar las Fuerzas de Seguridad, ni su organización, y no lo haré porque no tengo datos y no quiero dar un patinazo. Sí que puedo decir que Barbate es un ejemplo de los males de nuestra Justicia.
Lo de Barbate me ha recordado el caso de Mari Luz Cortés, ¿lo recuerdan? Era una niña que desapareció y meses después apareció muerta. Detenido el asesino, resultó ser un pederasta reincidente que estaba en libertad, pese a tener una condena de prisión pendiente de bastantes años y que no se había ejecutado. Esto escandalizó. Pero ese pederasta mostró cuál era la situación real de nuestra Justicia: órganos colapsados, falta de funcionarios cualificados, un sistema de trabajo empantanado y errores en cadena, judiciales, de la Fiscalía y de la Junta de Andalucía. Ahora Barbate vuelve a mostrarnos que las carencias siguen.
Tenemos un juez altamente cualificado, que ha costado mucho seleccionarle y formarle. Sin embargo se insertará en un sistema judicial en el que los destinos no van parejos a la experiencia, un sistema con los pies hundidos en el siglo XIX, con un mapa judicial ajeno a la eficiencia judicial y sujeto, la mayoría de las veces, a intereses localistas. Un destino con retribuciones poco atractivas y en él ese juez vocacional y cualificado tendrá que trabajar con funcionarios interinos, inexpertos. Un destino en el que ese juez conocerá, tanto de un divorcio o de un desahucio, como del narcotráfico en el Estrecho, con todas sus ramificaciones.
Como digo, no hablaré de la eficacia policial, pero vamos a presumir que, a pesar de los pesares -y deben ser muchos- funciona, pues bien, la pregunta es ¿para qué?, para qué si los asuntos penales complejos quedan varados en los juzgados. Nos escandaliza ver a potentes narcolanchas humillando a esas humildes zodiacs de la Guardia Civil y muy atrás queda una Justicia que rema en piragua.
Lo de Barbate, como lo de Mari Luz Cortés, muestra cuánto preocupa la Justicia a nuestro Estado o a una clase política que si habla de los jueces es para atacarlos y que no quiere su eficacia. Espero que el flamante nuevo juez de Barbate no se desfonde ni se desilusione, espero que no se malogre su vocación profesional y que trabajando para ese Estado, si no fallido, sí deficiente, ponga su grano de arena para que, en lo que de él dependa, funcione un poco mejor.
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