A pesar del...

Lealtad progresista

Menos gasto público no es igual a menos derechos ni a despreciar las necesidades de las personas

Los socialistas están indignados con el PP, al que acusan de una «tremenda deslealtad a la ciudadanía», y van a presentar mociones en comunidades autónomas y ayuntamientos, porque los populares están en contra de «las necesidades de la gente». Su deslealtad estriba en que han votado en contra del objetivo de déficit, y por tanto dichas instituciones no van a poder gastar 4.500 millones de euros adicionales. El secretario del Área Institucional y Grandes Ciudades del PSOE, Alfonso Rodríguez Gómez de Celis, lo resumió así: «Menos presupuesto significa menos derechos». Los progresistas ilustraron la tropelía del PP con unos ejercicios contables en torno a lo que se podría haber hecho con ese dinero que las administraciones no podrán gastar: «Barcelona pierde 101 millones de euros, con lo que se podrían construir 200 kilómetros de carril bici».

Aparte de la obviedad de que ese gasto, o cualquier otro, está abierto a la crítica por su inutilidad o despilfarro, lo notable es que ni los socialistas ni los medios repararon en una que detectó el vasco francés Frédéric Bastiat hace casi dos siglos: lo que se ve y lo que no se ve. Se ve lo bueno que puede ser el gasto público, pero no se ve a los ciudadanos forzados a pagarlo. Se ve lo que los políticos pueden hacer con el dinero de la gente, y no se ve lo que la propia gente podría hacer con lo que es suyo. Menos gasto público no es igual a menos derechos ni a despreciar las necesidades de las personas, porque ellas tienen derecho a conservar lo que es suyo y a ponderar sus necesidades por sí mismas.

Hay dos formas de aproximarse a la comprensión de esta falacia antiliberal: las ideas y las urnas. A quienes cultivamos el mundo de las ideas nos agrada poder comprobar que los razonamientos y la contrastación empírica revisten sobresaliente importancia. Cabe sospechar, por otra parte, que a la hora de la verdad los políticos no atienden a argumentos sino a urnas, y solo a los primeros si afectan a las segundas.

Si los votantes continúan como hasta ahora, a saber, dando señales de que no piensan votar a quienes les suban los impuestos, ese mensaje de las urnas será mucho más leal con el sufrido contribuyente que cien Bastiats de afilada pluma liberal.