El trípode

«Mano de santo»: El precio de una infamia

El sanchismo es una plataforma política para mantener a Sánchez en el poder como único y supremo objetivo del PSOE.

La genuina realidad del sanchismo ha quedado una vez más al desnudo con el espectáculo del fugaz retorno de la exconsejera de Educación de la Generalitat catalana Clara Ponsatí, prófuga de la Justicia junto a Carles Puigdemont y otros dirigentes del secesionismo catalán desde aquel octubre de 2017 en que protagonizaron una página tan lamentable como poco edificante y ejemplar para la Historia de Cataluña.

El sanchismo es una plataforma política para mantener a Sánchez en el poder como único y supremo objetivo del PSOE. Los beneficios colaterales son para sus socios y aliados, secesionistas, comunistas y Bildus. El precio debido para ello lo están pagando la dignidad nacional y su reputación internacional, con todos ellos instalados en la «dirección del Estado», para escarnio del prestigio de España y la autoestima de los españoles. La Ponsatí durante su autoexilio dorado no ha parado de ciscarse de España, permitiéndose incluso junto a otros dos correligionarios huidos, ser electa al Parlamento Europeo y gozar de los privilegios inherentes a esa condición. Ahora, con el Código Penal reformado a su gusto y medida, hace una visita de unas horas a Barcelona para testar la respuesta judicial, una vez eliminado el delito de sedición por el que fue procesada, y es recibida por los suyos cual si se tratase de una heroína nacional. Ciertamente su conducta nos es homologable a la de Agustina de Aragón, ni por supuesto a la de Juana de Arco, aunque algunos fans parece lo pretendan con sus vítores y aclamaciones. Ante el «circo» organizado por su fugaz visita, el Gobierno se permite incluso decir que la política de Sánchez acredita ser «mano de santo» ante la desaparición de la crispación existente en 2017 cuando se fugaron al extranjero. Realmente supera todo lo humanamente imaginable ser indultados de los graves delitos cometidos sin arrepentimiento alguno por su parte; hacerlo contra la opinión unánime del Tribunal Supremo como órgano jurisdiccional competente; reformarles el Código Penal «a la carta» para hacer desaparecer sus delitos, y a continuación ser colocados a los mandos del Estado. Y todo ello para que Sánchez y su PSOE sigan en el poder.

Para el secesionismo esa política es «mano de santo», y están felices y no agitando las calles al haber conseguido total impunidad para sus «héroes y heroínas» a fin de «volverlo a hacer» –como afirman– tan pronto rehagan sus fuerzas y se presente la ocasión oportuna. Sánchez y el sanchismo pasarán –a ser posible en unos meses–, pero la huella dejada por su política debe acompañar a sus siglas por mucho tiempo: cuando menos, para eliminar la «E» de ellas.