
«De Bellum luce»
El mástil está en Zarzuela
Los hechos demuestran que Felipe VI es el mejor servidor público que hoy tiene nuestra democracia parlamentaria
Felipe VI lleva una década de reinado en la adversidad. Ha estado en su lugar y ha dicho lo que correspondía en todos los momentos. En unas circunstancias sociales y políticas complejas, en las que quienes representan la soberanía nacional no han ayudado a atemperar las crisis, sino a agudizarlas. Su decisión personal del 3 de octubre salvó la institucionalidad española. Y lo mismo sucedió el 3 de noviembre, en Paiporta.
Además, ha cumplido con los compromisos que asumió en el mensaje de proclamación ante las Cortes Generales, en lo que también se diferencia de quienes representan la soberanía nacional y llevan encima responsabilidades de gobierno. Todo lo que puede reprocharle el independentismo, y la izquierda que sueña con desestabilizar a la Corona, está en el pasado, en lo que hizo su padre Don Juan Carlos. Pero por más que les pese, esto no hace impacto en una jefatura del Estado en el que ella, la Reina, y él, Felipe VI, han dado lecciones de compromiso social que les quedan muy grandes a los que presumen de pancartas sociales.
La Heredera de la Corona es la guinda de la reconstrucción de una imagen de la Monarquía que hubiera sido impensable hasta hace poco tiempo. Mientras la política avanza en un proceso claro de destrucción institucional, que habrá que ver en este Nuevo Año por qué caminos discurre, lo más sólido que tiene en estos momentos nuestra democracia es nuestra Monarquía parlamentaria.
En el Gobierno y entre sus partidos socios no pueden disimular que empieza a molestarles que Don Felipe y Doña Leticia tengan cada vez más adhesión popular y que no caigan en las «trampas» que les cuelan en el camino. Porque hasta en esto, en las tensiones inducidas, al presidente y a su ministro de Asuntos Exteriores les cuesta más disimular y mantener el tipo que a Felipe VI, que, pese a comportamientos y decisiones impropias de Moncloa, siempre ha sido capaz de anularlos por la vía más sencilla, la de ajustarse en todo momento a sus obligaciones constitucionales.
Molesta a algunos miembros del Gobierno, y entre los partidos minoritarios de siempre, pero los hechos demuestran que Felipe VI es el mejor servidor público que hoy tiene nuestra democracia parlamentaria. Rigor, palabra, discreción, cercanía y capacidad de entender lo que está sucediendo en la calle, en lo que no hay que quitarle el mérito que le corresponde a Doña Leticia. Este Nuevo Año nace lleno de interrogantes en la política y en los tribunales, pero hay un mástil seguro que está en el Palacio de la Zarzuela.
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