El ambigú

Mayorías sin dignidad

Quienes han alcanzado acuerdos con Bildu no están legitimados para criticar pacto alguno

Las mayorías absolutas se consiguen cuando se obtiene una representación parlamentaria de la mitad más uno de los miembros de tales órganos, provocándose dos efectos, la formación de gobierno sin necesidad de pactos con fuerza política alguna, y la de poder aprobar leyes tanto ordinarias como orgánicas sin necesidad de negociar nada con la oposición; las mayorías absolutas no son ni malas ni buenas, será bueno o malo su uso. En nuestro sistema electoral existe una ligera prima a la fuerza más votada de tal forma que alcanzado un 44% de los votos se obtiene la mayoría absoluta, no siendo necesario el voto de más de la mitad de los ciudadanos, constituyéndose por ello en un sistema proporcional; los sistemas mayoritarios como el inglés, permiten que con poco más del 37% de los votos a nivel nacional se pueda alcanzar una mayoría absoluta. Por lo general, quienes demonizan las mayorías absolutas son las fuerzas políticas que nunca las alcanzarán, perdiendo su utilidad en esa coyuntura.

En España hemos pasado por diferentes etapas, primero se forjó un bipartidismo entre la UCD y el PSOE, con el hundimiento de la UCD se rompió el centro derecha y volvió a retomarse ese bipartidismo entre PP y PSOE cuando Aznar logró unificar el centro derecha, y desde el año 2015 hasta la actualidad, hemos pasado a un sistema de bloques ideológicos en detrimento de aquellos bipartidismos, donde las mayorías se conforman entre los partidos más próximos ideológicamente. En este escenario la coalición entre PSOE y Podemos, que ha resultado letal para el modelo institucional español, podría haber sido en principio coherente, a pesar de la famosa frase de Sánchez sobre la imposibilidad de conciliar el sueño si pactaba con Pablo Iglesias; el problema en estas coaliciones surge cuando los extremos se hacen con el poder.

Otra valoración requiere el pacto permanente de legislatura mantenido con ERC, y lo que es más grave, con Bildu, partido heredero en sentido estricto y no retórico de Batasuna, la cual formaba parte de ETA, la banda criminal terrorista más cruenta de Europa. El verdadero artífice de la mayor parte de los pactos políticos es el pueblo español, obligando con sus votos a ponerse de acuerdo a los partidos políticos más cercanos en su ideología, buscando que esta suma de mayorías responda a una mayoría ideológica de nuestra sociedad. Mas esto no justifica ni explica los pactos con ERC y mucho menos con Bildu; a raíz de las lamentables declaraciones del delegado del Gobierno en Madrid se constata el orgullo con el que se defienden estos vergonzosos e ignominiosos pactos, algo que no se debe olvidar jamás. Una frase popular nos dice que «Todos los pactos con el diablo tienen que ser secretos, si los cuentas se te puede aparecer», y es que ocurre siempre porque siempre aparece. También decía Gandhi que «Nunca hay que pactar con el error, aun cuando aparezca sostenido por textos sagrados»; nuestro texto sagrado, la Constitución, fue interpretado por el Tribunal Constitucional en el sentido de que dadas las circunstancias de aquel momento, aun siendo Bildu un estertor de Batasuna debía ser admitido como una opción política en nuestra democracia; pero lo que nunca sugirió el Tribunal, y mucho menos un mero sentido de la dignidad y moralidad es pactar algo con fuerzas políticas de esta naturaleza, y ya espetarnos lo mucho que han hecho por los españoles roza en la indecencia y en la obscenidad. Quienes han alcanzado acuerdos con Bildu no están legitimados para criticar pacto alguno, primero porque nada tienen que ver entre sí, y segundo, porque es imposible mayor ignominia.