A pesar del...
Mazzucato contra una austeridad
El Estado no es una empresa, porque puede financiarse forzando a la gente a que le pague: ningún empresario puede hacer eso sin acabar en la cárcel
Mariana Mazzucato, siempre idolatrada por el pensamiento único, declaró en una entrevista en El País: «Es muy importante que no haya otra ola de austeridad». Por su intervencionismo ha sido felicitada por el Papa, y El País la saludó porque «defiende un Estado fuerte, ambicioso, que sea capaz de innovar y crear riqueza». Ella ignora, como suelen hacer los políticamente correctos, la característica misma del Estado, que es la coacción, y sus consecuencias. Si no lo hiciera, su discurso se derrumbaría.
Por ejemplo, el Estado no es una empresa, porque puede financiarse forzando a la gente a que le pague: ningún empresario puede hacer eso sin acabar en la cárcel. De ahí que la clave de la libertad política sea limitar ese Estado «fuerte, ambicioso» que anhela doña Mariana, haciendo caso omiso de cualquier posible contraindicación. Una, muy conocida, es que el Estado tiende a gastar más de lo que ingresa –otra característica exclusiva suya–. La consecuencia de ello es que en algún momento esa dinámica tiene que invertirse porque resulta insostenible. Es decir, la austeridad se torna inevitable.
La cuestión, entonces, no es ajuste sí o ajuste no, sino cómo ha de ser dicho ajuste. Cuando el desequilibrio de la Hacienda no es sostenible, no existe la opción de que no haya austeridad, y se abre en cambio una triple posibilidad. En efecto, la austeridad puede descansar sobre el gasto, sobre los ingresos, o sobre una combinación de ambos. La alerta de la profesora Mazzucato y del antiliberalismo hegemónico no es contra la austeridad, sino contra una austeridad, a saber, la que reduce el gasto público. En otras palabras, lo que ella y el progresismo secundan es que suban los impuestos. Cierto es que se precipitan a sostener que solo deberían pagar las grandes empresas, pero ello nunca es así.
La condena a la austeridad a través del control del gasto público, además, ha sido teórica y empíricamente refutada. El compatriota de Mariana Mazzucato, el profesor Alberto Alesina, y otros colegas, han demostrado que el ajuste vía gasto es mejor que el ajuste vía impuestos en términos de recuperación del crecimiento de la economía y del empleo. Los progresistas nunca lo reconocen. En cambio, están felices con el intervencionismo del Gobierno español, haciendo caso omiso, naturalmente, de los costes que impone sobre sus súbditos.
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