Quisicosas
El médico, ese enemigo
La desconfianza se ha instalado en las consultas por culpa de la ideología
Una de mis amigas, médico, acaba de ser abuela. Su hija dio a luz un bebé grande que en el parto amenazaba con rasgar el perineo. La ginecóloga preguntó a la chica si le practicaba una episiotomía (un corte con bisturí para agrandar el canal del parto e impedir una herida peor) y la paciente, asustada, le pidió que no lo hiciera. El resultado fue que la chica se rasgó y necesitó de una buena tanda de puntos. Cuando se lo contó a su madre, ésta se quedó perpleja de que la profesional no hubiese tomado la iniciativa de la episiotomía, pero es que ahora las cosas han cambiado y es la paciente la que decide. Como parte de las nuevas teorías de género se ha acuñado la expresión «violencia obstétrica» para la actuación de los ginecólogos y personal sanitario que «se impongan» sobre la mujer.
Dividir el mundo en castas es un eficaz mecanismo de dominio. Ricos y pobres, trabajadores y empresarios, mujeres y hombres, nacionales e inmigrantes, ateos y confesantes: categorías reales se convierten en «bandos» que permiten al poder azuzar la batalla. Y cada vez hay más: heteropatriarcado frente a feminismo, homofobia frente a ideología de género, okupación frente a propiedad. La última es la que «empodera» al paciente contra la tiranía del médico. El juzgado 5 de lo contencioso de Las Palmas de Gran Canaria ha condenado a la administración a indemnizar a una mujer que estuvo 17 horas sufriendo un parto gemelar natural que debió zanjarse con una cesárea y que ha provocado lesiones irreversibles en uno de los neonatos. Parece un caso de mala praxis y es justo que se pague un millón de euros por tan grave consecuencia. Lo alucinante es que el juez acusa al médico de atribuirse injustamente la decisión sobre el procedimiento quirúrgico. La sentencia reza que es abuso «patriarcal» imponer a la mujer la modalidad del parto. Desgraciadamente los pacientes no estamos en condiciones de sustituir la responsabilidad del médico. Sólo el profesional conoce la praxis adecuada, lo que no quita que consulte con el paciente, como se ha hecho toda la vida.
Estoy harta de médicos «francos» que te cuentan con pelos y señales las posibles espantosas consecuencias de los procesos, para curarse en salud de una posible negación negligente de información. Hasta el gorro de interminables pruebas, porque ningún profesional sanitario se confía ya a la pesquis médica para diagnosticar ni un resfriado. La desconfianza se ha instalado en las consultas por culpa de la ideología. Si en su entorno alguien va a parir, le aconsejo vivamente que propongan a la madre cursar ginecología o, en su defecto, un curso rápido de obstetricia.
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