El trípode

«In memoriam»: Al creador de Mortadelo y Filemón

Nacida esa pareja en 1958, nos ha acompañado durante buena parte de nuestras vidas, convirtiéndose en unos amigos a los que se esperaba cada semana en el Pulgarcito para compartir sus aventuras con una sonrisa en los labios.

Que todos los grandes medios de comunicación en papel abran sus páginas recordando a un dibujante y guionista español del género del cómic con ocasión de su fallecimiento, –en estos tiempos de revolución digital y de Inteligencia artificial–, es un signo evidente de que estamos ante alguien que ha marcado a españoles de varias generaciones. Y es así entre otras a la generación que creció y aprendió a leer con sus inmortales «Mortadelo y Filemón» (Agencia de información). Nacida esa pareja en 1958, nos ha acompañado durante buena parte de nuestras vidas, convirtiéndose en unos amigos a los que se esperaba cada semana en el Pulgarcito para compartir sus aventuras con una sonrisa en los labios.

Le siguieron en sus andanzas detectivescas –qué grandes agentes de inteligencia se perdieron la CIA, el Mossad, el Mi6, el CNI…– otros colegas suyos del mismo autor y profesionales de otras actividades: «Pepe Gotera y Otilio»; «13, Rue del Percebe»; «El botones Sacarino» y «Rompetechos». Todos ellos hijos sucesivos de la guerra civil –como su genial creador, nacido en 1936–, del franquismo, de la Transición y de la democracia, y siempre amenizándonos y divirtiéndonos con su sano humor. Su creador, el inolvidable F. Ibáñez (Francisco), nos ha dejado un legado de gratitud a muchísimos lectores fieles seguidores de sus personajes. El suyo ha sido el género de la historieta y el cómic, propios de una generación que no nació con el móvil en la mano ni enganchado a internet, sino unidos a sus criaturas y a otros contemporáneos suyos de otros géneros.

De aventuras inolvidables como El Capitán Trueno, El Jabato, y El Cosaco Verde; de «Roberto Alcázar y Pedrín», de las guerras y batallas de las «Hazañas Bélicas», o del lejano Oeste protagonizadas por El Llanero Solitario, Roy Rogers, Red Ryder, Gene Autry,…todos ellos para los chicos y sus correspondientes para las chicas con el tebeo romántico «Claro de luna», entre sus referentes destacados según dicen. Por suerte, la ideología de género no era conocida en aquellos años y no había problemas entre chicas y chicos por el «machismo» de esos tebeos de aventuras siempre protagonizados por héroes varoniles aunque nunca faltaba a su lado la hermosa dama y heroína, fuera Sigrid, o Claudia. Nuestro Siglo de Oro tiene autores de la talla de Cervantes –donde tampoco al inmortal Don Quijote le faltaba su Dulcinea del Toboso–, Lope de Vega, Quevedo o Góngora y que son inmortales en sus obras y personajes. Desde la otra vida, F. Ibáñez sigue presente con gratitud entre nosotros, al visionar sonriendo, a sus también inmortales «Mortadelo y Filemón».