Canela fina
Y Meritxell Batet
«La objetividad exige reconocer que Meritxell Batet, con sus aciertos y sus errores, ha hecho una gestión positiva al frente del Congreso de los Diputados»
Apenas conozco a Meritxell Batet. La he saludado en algunas ocasiones, jamás he mantenido con ella una conversación. Escribo, como siempre, desde la independencia periodística y me parece de justicia subrayar la excelente labor de Meritxell Batet al frente del Congreso de los Diputados. Habrá cometido errores. Todos los cometemos. Pero el balance de su gestión es abrumadoramente positivo.
La presidenta del Congreso de los Diputados ha demostrado a lo largo de toda la legislatura firmeza y flexibilidad. En ocasiones, desbocados los diputados en bronca parlamentaria, Meritxell Batet ha mantenido la serenidad, el sosiego y el buen sentido. Ha evitado las crecidas del insulto y la insidia y ha demostrado, a pesar de estar comprometida ideológicamente con el sanchismo reinante, su voluntad permanente de ser la presidenta de todos, siempre atenta a sofocar los incendios atizados por algunos diputados con vocación de pirómanos.
Desde el siglo XIX, y con las excepciones dictatoriales de Francisco Franco y Miguel Primo de Rivera, el Parlamento ha mantenido la tensión y la diversidad, incluso el antagonismo radical, entre los partidos políticos, llegando en la II República a las amenazas contra la vida. Escribió Cánovas del Castillo que el Congreso no era «una jaula de grillos» sino una «selva de airados felinos». Desde Bildu a Vox, la presidenta que ahora cede su puesto sin pestañear se ha esforzado en garantizar la libertad de todos, dentro de las exigencias que impone el reglamento de la Cámara. Paso a la mujer que se abre paso. No creo en las cuotas, que me parecen ofensivas para la mujer. Meritxell Batet no ha presidido el Congreso de los Diputados por la razón, un poco estúpida, la verdad, de la cuota feminista. Lo ha presidido por su calidad política, por su habilidad para la negociación, por su sentido del Derecho, por su espíritu de concordia y conciliación, por la firmeza ante ciertos desmanes parlamentarios, por la flexibilidad para entender determinadas posiciones políticas.
Ahora que la presidenta se va, la objetividad exige reconocer que deja más luces que sombras y que ha servido a España con eficacia desde uno de los puestos políticos más difíciles y complejos.
Luis María Anson,de la Real Academia Española.
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