Opinión

Mes de mayo, mes de María

Mañana comienza mayo, el mes dedicado a la Virgen María, y por tanto una ocasión propicia para dirigirnos a Ella como Madre nuestra, reconocida por la Iglesia como «la omnipotencia suplicante» ante su Hijo

Hoy domingo 30 de abril se cierra la puerta a un mes del que se afirma(ba): «En abril, aguas mil», pero que este año tan siquiera nos ha traído unas «decenas de aguas» para acabar con la sequía que sufrimos. Pareciera que tras el Covid y la guerra, la ausencia de agua de lluvia fuera una tercera plaga, cual las de Egipto, que Dios envió al faraón para convencerle de que Moisés era su profeta, y para que atendiera su petición de liberar a los judíos de la esclavitud a la que les tenía sometidos.

En cuanto a la guerra que sigue activa en Ucrania, el protagonismo de Rusia nos remite claramente a lo que la Virgen María vino a pedir en Fátima, a la espera de su cumplimiento completo por los hombres, para que Ella, a su vez, nos alcance el anunciado «tiempo de paz», signo del triunfo de su Inmaculado Corazón. Sabemos que su petición fue consagrar Rusia por medio del Papa a su Inmaculado Corazón «en comunión con todos los obispos del mundo», asegurando que con ella «Rusia se convertiría y le sería dado al mundo un tiempo de paz». Juan Pablo II hizo una consagración el 25 de marzo de 1984 que, sin mediar violencia, consiguió la caída del Muro de Berlín y nada menos que la desaparición de la URSS. En esa misma fecha de 2022, tan solo un mes después de comenzada la invasión de Ucrania por Rusia, el Papa Francisco consagró ambos países a su Inmaculado Corazón. Por ello es preciso discernir qué es lo que falta ahora, que no es tanto más soldados y armamento, como más oración y penitencia.

Mañana comienza mayo, el mes dedicado a la Virgen María, y por tanto una ocasión propicia para dirigirnos a Ella como Madre nuestra, reconocida por la Iglesia como «la omnipotencia suplicante» ante su Hijo, para que nos auxilie como hijos adoptivos suyos que somos en el delicado trance que vive el mundo actual. Para paliar la sequía, la Conferencia Episcopal Española ha pedido con ocasión de la última asamblea plenaria celebrada, que se rezara pidiendo la lluvia. Los agricultores y ganaderos la necesitan para un campo agostado y sediento; pero también es imprescindible para los habitantes de las ciudades, donde ya se anuncian severas restricciones si no cae esa agua tan necesaria para llenar los embalses, hoy bajo mínimos.

La guerra y la sequía, como antes lo fuera el Covid, son ocasión propicia para volver la mirada del mundo hacia Dios por medio de su Madre, María.