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Tribuna

Migración e integración: un proceso bidireccional

Tenemos que entender que la integración no es una meta fija, sino un proceso en constante evolución, que requiere voluntad mutua y compromiso sostenido

Migración e integración: un proceso bidireccionalBarrio

La sociedad en la que vivimos es el resultado de siglos de encuentros, intercambios y desplazamientos humanos que han ido moldeando nuestras culturas, economías y modos de vida. Las migraciones, por tanto, no son una novedad ni una excepción histórica. Desde hace siglos, las personas se han desplazado geográficamente, ya fuera por motivos económicos, políticos, bélicos, climáticos o simplemente buscando nuevas experiencias.

Por ello, hablar de migración no es hablar de «los otros», sino de nosotros mismos. De nuestras raíces compartidas y de ese presente que construimos con quienes llegan a nuestras ciudades, barrios y aulas. Cada persona migrante llega con una mochila cargada de experiencias, ideas, valores, creencias y, a menudo, una lengua distinta. Esta diversidad es una oportunidad de enriquecimiento social, aunque para que esa riqueza sume, y no divida, es necesario tender puentes reales que conecten culturas, que faciliten el entendimiento y que estén respaldados por instituciones comprometidas con una convivencia respetuosa y tolerante.

Sin embargo, hechos como los ocurridos este verano en Torre Pacheco o Jumilla (Murcia) evidencian que la integración social aún está lejos de ser una realidad plena.

Ya en los años 70, el sociólogo Henri Tajfel explicó que los seres humanos tienden a construir su identidad a partir de una categorización social. Por un lado, se identifican con los llamados endogrupos, aquellos a los que sienten pertenencia y con los que crean vínculos y, por otro, perciben como ajenos a los exogrupos, a los que suelen asociar con estereotipos y prejuicios, proceso muchas veces inconsciente, pero que genera distancia emocional y puede alimentar el rechazo hacia lo diferente.

Por eso, hoy más que nunca, muchos expertos coinciden en que la integración debe ser un proceso bidireccional. No se trata solo de que los migrantes se adapten, sino de que la sociedad de acogida también se disponga a incluir, entender y aprender. Tenemos que entender que la integración no es una meta fija, sino un proceso en constante evolución, que requiere voluntad mutua y compromiso sostenido para ir mejorándolo y adaptándolo a las circunstancias de cada momento y realidad.

En este contexto, es fundamental que los organismos competentes impulsen estrategias eficaces para favorecer la integración social. Una de ellas, cada vez más urgente, es la alfabetización mediática. Ya que la transformación digital y la irrupción de las redes sociales han cambiado no sólo el modo en el que accedemos a la información, sino también el papel que desempeñamos como audiencia. Hoy vivimos en un entorno donde cualquiera puede crear, compartir y consumir contenidos sin necesidad de supervisión ni verificación previa. Esta apertura informativa tiene ventajas, pero también implica grandes riesgos. La ausencia de filtros ha facilitado la difusión de noticias falsas, datos manipulados y discursos cargados de estereotipos, lo que alimenta prejuicios y contribuye a una visión distorsionada de la realidad. Además, con la selección a la carta de los contenidos, tendemos a consumir únicamente aquello que refuerza nuestras propias creencias, encerrándonos en burbujas informativas que dificultan el diálogo y refuerzan la polarización.

Por todo ello, es urgente fomentar una alfabetización mediática real, que enseñe a contrastar fuentes, a desarrollar pensamiento crítico y a reconocer los discursos manipuladores o sesgados. Una ciudadanía bien informada es esencial para construir una sociedad más justa y cohesionada.

Lo ocurrido en Torre Pacheco o Jumilla no debe interpretarse como un caso puntual, sino como el reflejo de una integración social aún incompleta. Es un recordatorio de que la convivencia requiere compromiso, diálogo y voluntad por parte de todos y la ciudadanía, medios de comunicación, escuelas y administraciones debemos asumir nuestro papel en la construcción de una sociedad más inclusiva y cohesionada.

Porque la diversidad es una bella oportunidad, que no está para dividirnos, sino para enriquecernos.

Mariola Moreno, es investigadora del Instituto Cultura y Sociedad. Universidad de Navarra.