El trípode del domingo
«La Milicia de la Inmaculada»
El evangelio de San Juan recoge la frase del Señor de que «no hay amor más grande que el que da la vida por sus amigos», y Maximiliano Kolbe hizo honor a la misma durante la Segunda Guerra Mundial
Es una iniciativa surgida de los Franciscanos Conventuales a los que pertenecía su fundador, el polaco san Maximiliano Kolbe, el «Santo de la Inmaculada». Fue fundada en un momento histórico que él desconocía: nada menos que en octubre de 1917, el año de Fátima, estando él estudiando en Roma. Allí quedará muy impresionado por una manifestación masónica que por las calles gritaba contra el Papa afirmando que destruirían la Iglesia. Sintió la llamada a actuar contra ese despiadado propósito, y que sería la Inmaculada quien les guiaría para derrotarlos. Y muy llamativo que el mensaje de Fátima, precisamente concluirá: «Al final, mi Inmaculado Corazón triunfará». Su vocación misionera de acercar a todas las almas a Ella le llevó a fundar en 1922 una revista vinculada a la Milicia de nombre «El Caballero de la Inmaculada», desde entonces denominación estrechamente unida a la Milicia. Fundó cerca de Varsovia la «Ciudad de la Inmaculada», complejo religioso dotado de un monasterio, seminario, estudio de radioaficionados e imprenta, que llegó a tener 800 franciscanos entregados a esa causa para su elaboración y difusión por el mundo, llegando a alcanzar tiradas de un millón de ejemplares hace un siglo. Su entrega misionera a la Inmaculada le llevó al Japón donde edificó otra «Ciudad» para difundir su revista . Junto a la misma, su principal «arma» misionera fue la Medalla de la Inmaculada, conocida como la «Milagrosa». Y precisamente al tener conocimiento del milagro realizado en Roma por María Milagrosa convirtiendo instantáneamente al hebreo y anticristiano Alfonso de Ratisbona, quiso celebrar su primera misa al día siguiente de su ordenación en abril de 1919, allí mismo: En la iglesia de san’t Andrea de’lle Fratte, situada junto a la plaza de España en Roma. El evangelio de San Juan recoge la frase del Señor de que «no hay amor más grande que el que da la vida por sus amigos», y Maximiliano Kolbe hizo honor a la misma durante la Segunda Guerra Mundial. Estando prisionero en Auschwitz y tras la fuga de un prisionero, otros diez fueron designados para morir de hambre, y uno de ellos lloró amargamente pensando en su mujer e hijos, lo que conmovió a Kolbe que se ofreció a morir por él. En la celda de la muerte dio un testimonio ejemplar de su fe animando a sus compañeros. Finalmente, le fue impuesta una inyección letal estando ya moribundo. Era el 14 de agosto de 1941. Pablo VI le beatificó en 1971 y Juan Pablo II le canonizó en 1982 como el «mártir de la caridad». Entre la multitud de los presentes en Roma se encontraba el prisionero al que había salvado la vida.