El bisturí

Los nacionalistas deberían releer a Jeremías Bentham

CiU y aquel PNV fueron un claro ejemplo de que lo bueno para el conjunto es bueno también para las partes

En tiempos de inestabilidad política como los que corren se hace más necesario, si cabe, releer a los clásicos. La filosofía del derecho nos aporta una ristra de nombres de peso cuyas obras suponen siempre un deleite, aunque sea en medio de los agobios provocados por la canícula, pero hay uno que cobra plena vigencia en estos días por la pertinencia de sus máximas y la vigencia de su pensamiento. Se trata de Jeremías Bentham, el llamado padre del utilitarismo moderno. Es una lástima que los planes de estudio de los alumnos de bachillerato pasen por él casi de puntillas y apenas se adentren en el pensamiento de este filósofo, jurista y economista inglés, cuyos libros deberían de ser de lectura obligada en algunos estamentos, sobre todo en el Parlamento. Bentham fue un adelantado a su tiempo. Defendió, por ejemplo, la igualdad de derechos para las mujeres, la separación de la Iglesia y el Estado, el divorcio y los derechos de los animales siglos antes de que Ione Belarra, la ministra relegada por sus colegas de partido, quisiera dárselas de progre legislando –y encima mal– sobre esta última materia. A su juicio, la base de la conciencia moral es alcanzar la mayor felicidad posible para el mayor número de personas, el principio rector que debería guiar la acción política. Hace un tiempo, este aserto parecía mover la actuación de los partidos en España, incluidos aquellos que hoy coquetean sin tapujos con el independentismo. Convergencia i Unió (CiU) y el Partido Nacionalista Vasco hicieron gala del mismo al prestar su apoyo en 1996 al Gobierno de José María Aznar para operar un cambio que era imposible bajo la órbita de Felipe González. Ambas formaciones eran claramente nacionalistas, pero de corte conservador y dignas representantes de una burguesía que buscaba, ante todo, la seguridad jurídica y la prosperidad económica para sus respectivas regiones. Aquella legislatura de Gobierno del PP fue, posiblemente, la mejor de todas las que ha vivido España en lo económico de toda la democracia. El hundimiento que dejó en herencia el PSOE dio paso a un esplendor sin precedentes, una suerte de milagro que desinfló el paro y disparó la riqueza del país y de todos sus componentes, en un claro ejemplo de que lo bueno para el conjunto es bueno también para las partes que lo integran. Visto en perspectiva, puede afirmarse que la apuesta por el utilitarismo les salió bien entonces a las formaciones nacionalistas y que nunca les fue mejor a ellas y a Cataluña y el País Vasco que prestando su apoyo a aquel Ejecutivo de Aznar. El PNV y los herederos radicalizados de aquella Convergencia deberían tomar nota de aquello y analizar bien lo sucedido la legislatura pasada. En Cataluña, el apoyo de ERC a Pedro Sánchez ha hundido a los separatistas y convertido al PSC de Salvador Illa en la gran fuerza política. Junts ya sabe lo que le espera si hace lo mismo. Al PNV le ha sucedido otro tanto. Su aval al PSOE ha dado alas a Bildu, convirtiendo a este partido en la primera fuerza política del País Vasco. Tal vez los herederos radicalizados de CiU y de aquel PNV deberían releer a Bentham y buscar su felicidad alcanzando al mismo tiempo la de todos. Los indicadores económicos ya deberían darles pistas de que la prosperidad está a punto de truncarse con las políticas erráticas de Pedro Sánchez y ellos serán cómplices si le respaldan.