El trípode del domingo

Negando las apariciones marianas

En la bimilenaria Historia de la Iglesia de Jesucristo son numerosas las embajadas de Su Madre hacia la humanidad viniendo a transmitir mensajes del Cielo

La Iglesia discierne si acontecimientos que investiga por su extraordinaria naturaleza corresponden a auténticas apariciones de la Virgen María. En la bimilenaria Historia de la Iglesia de Jesucristo son numerosas las embajadas de Su Madre hacia la humanidad viniendo a transmitir mensajes del Cielo –El Pilar, Guadalupe, la Rue du Bac, La Salette, Lourdes, Fátima, etc…– sirviéndose con frecuencia de niños humildes y sencillos: ignorantes para el mundo, que suele ser sabiduría divina.

Hoy celebramos en España el Día de las Madres, agradeciéndoles especialmente su ayuda, cuidados y desvelos. Cuánto más querrá la Virgen María –Madre de Dios y Madre nuestra– lo mejor para nosotros sus hijos: la salvación eterna. Esta es la motivación de esas venidas, de las que solo una minoría han sido reconocidas como auténticas por la Iglesia.

Desde la Revolución Francesa estas manifestaciones parecen multiplicarse, ya que a partir de ese momento la Historia de la salvación humana se está desarrollando en un mundo más descristianizado y cerrado a la trascendencia. El gran número de estos sucesos conocidos también dificulta su investigación con el rigor y prudencia exigibles, por lo que muchos se encuentran en un estado de indefinición prolongada en el tiempo. Sin perjuicio de ser reconocidas como auténticas, estas manifestaciones no pertenecen al depósito de la fe y, en consecuencia, se puede no creer en ellas. Frente a la revelación «pública», que está acabada y terminó con la Sagrada Escritura, las mariofanías son consideradas revelaciones «privadas», y cumplen una función de explicitar la revelación definitiva de Cristo, ayudando a vivirla más plenamente.

Es una realidad que los santuarios marianos son los más visitados de la Iglesia por millones de fieles, que reciben multitud de gracias a través de Ella. Resulta por esto sorprendente que el responsable de un nuevo organismo creado para «filtrar» las apariciones con carácter previo a su discernimiento e investigación por parte de la jerarquía eclesiástica, afirme que un criterio para negar su tramitación sea que atribuyan a la Virgen el anuncio de «calamidades y castigos» o «hablar mal de la Iglesia». Se trata de algo tan absurdo y poco razonable que ignora que una madre cuando riñe o advierte a sus hijos lo hace por amor a ellos y, por tanto, siempre por su bien.

Con ese «curioso» criterio casi ningún profeta del Antiguo y del Nuevo Testamento hubiera sido reconocido como tal. Y por supuesto, tampoco habrían sido declaradas auténticas apariciones como Fátima o La Salette, entre otras, ya aprobadas por la Iglesia. Esperemos no se pretenda negar las apariciones de la Virgen.