El trípode del domingo

«La nueva Europa» de Ratzinger/ Benedicto XVI

La obra de Ratzinger/Benedicto recoge una estudiada selección de discursos y escritos suyos desde 1979 a 2012, con el común denominador de un profundo amor por el viejo continente

En estos tiempos en los que el globalismo aboga por un gobierno mundial eliminando las fronteras entre los estados, las identidades nacionales, sus lenguas y culturas, apostando por un sincretismo religioso, la vieja Europa, sucesora de la precedente Cristiandad del Medioevo, parece ser desplazada irremisiblemente hacia una posición marginal en un mundo antaño eurocéntrico. Reflexionar sobre nuestra Europa y su identidad histórica es un ejercicio intelectual estimulante para afrontar ese incierto futuro, que no es un designio inmutable al que resignarse. Y hacerlo siguiendo a Benedicto XVI es una guía solvente en busca de esa identidad que parece difuminarse en el horizonte mundial y globalista.

La obra «La nueva Europa, Identidad y Misión», de Joseph Ratzinger/Benedicto XVI, fue prologada por el Papa Francisco, quien deja escrito: «Al igual que en un pasado no lejano el Papa Juan XXIII hizo un llamamiento a las grandes naciones de Europa y Occidente para evitar una devastadora guerra mundial, hoy el Papa emérito Benedicto XVI se dirige por última vez a toda Europa y Occidente para que, redescubriendo su propia alma, puedan salvarse a sí mismos y al mundo de la autodestrucción». El Papa Francisco ensalza el bosquejo que hace su predecesor de esa «idea de Europa» inspiradora de sus Padres fundadores, «fundamento de su grandeza, y cuya definitiva ofuscación sancionaría su completo e irreversible declive».

La obra de Ratzinger/Benedicto recoge una estudiada selección de discursos y escritos suyos desde 1979 a 2012, con el común denominador de un profundo amor por el viejo continente, definiendo su identidad desde la antigüedad hasta su presente, marcado por una Misión de cuya fidelidad depende su futuro.

En la homilía pronunciada por Ratzinger en 1980 en la Catedral de Cracovia siendo cardenal y arzobispo de Múnich con ocasión de la histórica visita de una delegación de la Conferencia Episcopal alemana a los obispos polacos, afirmó: «En esta ciudad es casi inmediato preguntarse: ¿Qué tiene que ver la fe cristiana con Europa? ¿Qué significa Europa para la fe de los cristianos?». Enunció las características que conforman el núcleo de su identidad: «La figura de Jesucristo está en el centro de la historia europea y es el fundamento del verdadero humanismo (…). El respeto a la dignidad humana y a los derechos humanos son los frutos de la fe en la encarnación de Dios. Si Dios se hizo hombre y sufrió por él, quien ataca a los hombres, ataca a Dios».

Un año después Juan Pablo II le llamó a Roma para ser su más estrecho colaborador hasta su partida al Cielo en 2005.