El trípode del domingo

Nuevas evidencias científicas de la existencia de Dios

Una de las demostraciones más contrarias a lo que parece un dogma establecido al respecto: que la Ciencia niega a Dios.

Anteayer tuve ocasión de asistir a un acto de presentación del libro «Nuevas evidencias científicas de la existencia de Dios», auténtico best seller que, a sesenta días de la primera edición, tuvo que imprimir la 3ª. Su autor, José Carlos González-Hurtado, entre otras experiencias en su dilatada carrera profesional, ejerce la presidencia en España de la mayor red religiosa de medios de comunicación del mundo, EWTN. Sus contenidos son vistos diariamente en más de 320 millones de hogares, emitiendo en más de 30 lenguas en 140 países.

Sin duda fue la presentación con mayor asistencia de público a la que he tenido ocasión de acudir, lo que muestra el gran interés y atracción hacia ese tema, que ciertamente no quedó defraudado ante la atractiva presentación realizada por el autor interactuando con los asistentes, invitando a la reflexión ante las dudas y alternativas que iba planteando hacia la dirección apuntada en el título.

Sin duda, una de las demostraciones más contrarias a lo que parece un dogma establecido al respecto: que la Ciencia niega a Dios. Sin embargo, lo acreditado por la experiencia de los científicos Premios Nobel en Ciencias Físicas, Químicas o Matemáticas de los últimos 100 años, afirma exactamente todo lo contrario; de entre ellos, del 93% al 97% se declararon como teístas; es decir, creyentes en la existencia de un ser superior. No pocos eran previamente increyentes, ateos o agnósticos, pero sus descubrimientos o conocimientos científicos les colocaron ante la necesidad de aceptarlo por coherencia con lo que la Ciencia les exigía. La demostración científica del «Big Bang» que dio comienzo al Universo hace unos 13.750 millones de años exige la existencia de un ente que lo causara, puesto que «nada puede crearse de la nada». A partir de ese momento de la primera mitad del siglo pasado, se intensificaron los debates en torno a la compatibilidad y complementariedad entre un ser creador y los avances científicos; ello acompañado de una descalificación del ateísmo hacia los científicos defensores del Big Bang. Acrecentó el debate inclinándolo definitivamente a favor de la convicción teísta, el conocer que ese Universo tenía que haber sido necesariamente creado en las condiciones adecuadas para que el hombre pueda vivir en él, dado que la probabilidad de que tales circunstancias se debieran al azar es prácticamente inexistente.

A partir de ese punto, creer en Dios Jesucristo u otro ya es cuestión de nuestra libertad. El ateísmo es anticientífico. La fe es un don gratuito de Dios, que no niega a quien le busca con humildad.