Letras líquidas
El oráculo de las europeas
Si a alguien le quedaba alguna duda, cuestión improbable, las elecciones europeas son (también) política nacional
Vayamos (por un momento) atrás en el tiempo. Estamos en mayo de 2014 y se celebran elecciones al Parlamento europeo. La cara de un joven politólogo impresa en las papeletas sorprende a los votantes españoles. Tanto como los resultados que la noche del 25 de mayo auparon al podio electoral a Podemos y Ciudadanos: dos formaciones de estreno que capitalizaron el descontento social de la Gran Crisis y que amenazaban con desbaratar el «statu quo», firme y bien encauzado, del bipartidismo. Entonces no lo sabíamos, claro, pero asistíamos a la inauguración de un nuevo estilo que agitaría las dinámicas políticas de nuestro país. Una deconstrucción de las rutinas adquiridas a la que se añadía la certeza de que renovarse ya era más obligación que opción. Y nos fuimos acostumbrando a la fragmentación en los parlamentos (de todos los niveles), a los pactos (con suerte) o a los bloqueos (sin ella), a un nivel decibélico en la conversación pública a veces poco asumible y a la aceleración de asuntos, que tan pronto lo acaparan todo como se deslizan al trastero del olvido.
Volvamos ahora al presente. A esta recta final de 2023 y a la España que somos y constatamos que no nos parecemos demasiado a la que fuimos hace casi una década. Ahorrándonos rememorar los detalles del auge y caída de la «nueva política» (qué reparo da escribir esa definición tan manida como imprecisa), las coyunturas sociales son otras y la tensión no procede de ningún «crack» económico ni las propuestas vienen marcadas por un afán regenerador sino que el foco desestabilizador se hunde en el desencuentro identitario elevado a tal nivel que cristaliza, incluso, en el choque institucional entre poderes del Estado.
Y, zarandeados por esas turbulencias territoriales, nos dirigimos al próximo ciclo electoral que llega envuelto en la bandera azul con estrellas doradas. Porque si a alguien le quedaba alguna duda, cuestión improbable, las elecciones europeas son (también) política nacional. La cita de junio de 2024 despejará muchas incógnitas patrias. Sin desdeñar la competición en la izquierda (con Irene Montero intentando reflotar Podemos), el interés se centrará en medir el coste demoscópico de la amnistía y del acercamiento del socialismo a Bildu. Batallas domésticas que se librarán a caballo entre Estrasburgo y Bruselas. Validando la filosofía oriental y sus tesis sobre el carácter cíclico de la historia, el eterno retorno podría devolvernos en pocos meses a un momento clave de nuestra política, como el que en 2014 marcó el rumbo de los siguientes años. Las europeas como oráculo nacional.
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