El buen salvaje

El Oscar es para los tuits de Karla Sofía Gascón

Karla fue bello de hombre y de mujer, ahora le falta serlo por dentro. Un raro ácido hialurónico.

Toda la propaganda alrededor de la peor película del año, «Emilia Pérez», y aún así nominada a 13 Oscar, viene porque la protagonista es una transexual, con todo lo que ello tiene de defensa de la «diversidad» y la paz mundial, ya saben. Los progres planetarios se emocionaban en la alegría de saber que Karla Sofía Gascón, su protagonista, trans como su personaje, estaba por encima del resto de los mortales. Karla, como Emilia, era una santa. Hasta que el viernes se convirtió en una hereje. La actriz había dejado rastro en la red X de sus opiniones, vertidas hace unos años, sobre el Islam, los moros, George Floyd, en fin, sobre esos asuntos de los que los ofendiditos no dejan discrepar. El Islam es bueno, mejor no decir moros, y ante George Floyd hay que ponerse de rodillas. Karla pensaba lo contrario y los que la apoyaban hasta el viernes porque era transexual, y a los que no les decía que le comieran «el conejo», ya no están con ella sino aturdidos a un paso de cancelarla ¡cancelar a una transexual! porque una persona que aspira a conseguir un Oscar no puede salirse de la norma.

Hasta llegar a esta magnífica curva, Karla Sofía me resultaba actriz de un papel, y encima de una película que es un dislate, tanto que las de Chiquito merecerían un ciclo en la Filmoteca; ahora, sin embargo, la considero magnífica, sublime, incluso cuando intenta desmentir lo que ha escrito con argumentos que bien podría firmar el peor Errejón. Más que el premio en Cannes, merece el Oscar, ahora sí, por su doble papel de Manitas de Monte y Emilia Pérez. Al revelarse en su perfecta magnitud, Karla borra el cliché ñoño con el que juega «Emilia Pérez»: «Cambiar el cuerpo para cambiar el alma», se canta en el filme. Está muy bien que se apoye a las minorías, que Karla esté muy orgullosa de su «conejo», pero está mejor que todo el mundo pueda pensar o escribir lo que le salga de la pelusilla, incluso opiniones que cualquiera consideraría «fachas» sin serlo. Como bien dice la propia Karla, «ser LGTBI no te hace menos idiota», algo que no me canso de repetir. Con poco éxito. Borren LGTBI y pongan lo que se les ocurra. Sería magnífico que no hubiera borrado sus tuits, pero eso ya sería pedir la Luna, que Karla, en toda su nueva feminidad, asumiera que no todo va en el mismo paquete (sin segundas), que se puede ser una cosa y estar en contra de otras. Karla fue bello de hombre y de mujer, ahora le falta serlo por dentro. Un raro ácido hialurónico.