El trípode
Otegi y Puigdemont, socios «demócratas discontinuos»
El 11,6% de paro en nuestro país supera ampliamente al doble de la tasa promedio de la Organización establecida en un 4,8%, y nos siguen Grecia y Turquía con un 10,8 y 9,4%, respectivamente.
Para nuestra desgracia, España tiene el dudoso honor de encabezar el ranking de la tasa de paro de todos los países que integran la OCDE, lo que es un dato particularmente grave y negativo. Ante el triunfalismo de Sánchez y sus vicepresidentas Calviño y la siempre sonriente Yolanda ( todos en funciones, de momento) esa organización intergubernamental acaba de hacer públicos los datos a fecha de julio que lo acreditan con una tasa del 11,6% de parados sobre el total de la población activa. Es decir, de todos los que pudiendo y queriendo trabajar no encuentran un puesto de trabajo adecuado a sus posibilidades y necesidades. Para poder evaluar correctamente este dato –que Rubiales primero, y Puigdemont ahora, con la amnistía y la autodeterminación, eclipsan a la opinión pública y a la opinión publicada–, es preciso conocer que la OCDE es una organización internacional muy cualificada en el ámbito económico de todo Occidente. La OCDE –Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico– tuvo su origen en la OECE, impulsada por Estados Unidos y Canadá en 1948 tras la Segunda Guerra Mundial, para gestionar la administración de los cuantiosos recursos del Plan Marshall destinados a la reconstrucción de Europa gravemente dañada por el conflicto bélico. Actualmente son 38 los Estados que la integran habiéndose incorporado España a ella en 1961. El 11,6% de paro en nuestro país supera ampliamente al doble de la tasa promedio de la Organización establecida en un 4,8%, y nos siguen Grecia y Turquía con un 10,8 y 9,4%, respectivamente.
El que países como Polonia, República Checa y Japón estén por debajo del 3% ya es un dato que invita a una seria reflexión al respecto. Sometidos al bombardeo de la propaganda gubernamental que pretende hacernos creer que somos casi un ejemplo mundial por los datos macroeconómicos de que gozamos (sic), este índice coloca a nuestra economía y al Gobierno en su justo lugar. La Vicepresidenta y Ministra de Trabajo, tan besucona ella con todo el que se cruza en su camino sea en Waterloo o en el Congreso de los Diputados, debería comparecer allí, no para decir que Aznar es un golpista y sus queridos aliados Otegi y Puigdemont unos ejemplares demócratas, sino para explicar estos datos que han enmascarado con la ficción de los trabajadores «fijos discontinuos», que es similar a considerar a los pacientes de las listas de espera para ser operados o tener consulta médica como «sanos discontinuos» o a los reclusos como «libres discontinuos». Desde luego Otegi y Puigdemont sí que son «demócratas ejemplares discontinuos».
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