El canto del cuco

Los otros europeos

La crisis migratoria se presenta como un asunto crucial de cara a las elecciones europeas de primavera

Arranca la dura cuesta del año bisiesto recuperando aquel sueño de Luther King: «Sostenemos como una verdad evidente que todos los hombres son iguales». Hay motivos para reflexionar sobre ello. El racismo, el rechazo al diferente y el desprecio al pobre, preámbulo del fascismo, siguen presentes en nuestra sociedad, cada vez menos homogénea. La crisis migratoria se presenta como un asunto crucial de cara a las elecciones europeas de primavera. La llegada incontrolada de emigrantes, sobre todo los procedentes de culturas diferentes, está siendo el argumento principal del crecimiento electoral de la extrema derecha. En países como Francia la nutrida presencia musulmana se ha convertido en tema dominante. La inquietud por la inmigración irregular y las dificultades para su integración se extiende por toda la Europa comunitaria como una mancha de aceite, provocando un giro político a la derecha. En Bruselas lo saben y acaban de endurecer las medidas migratorias para frenar las corrientes extremistas. Esta «invasión» de fuera amenaza, según los más críticos, los fundamentos mismos de la vieja Europa.

Cientos de miles de personas emprenderán en 2024 el azaroso camino del éxodo. Huyen del hambre, de la persecución o de la guerra, sin un destino claro. La mayoría se encaminará hacia Europa. Miles de ellos morirán en el intento o acabarán en inhabitables campos de refugiados. Los más afortunados terminarán en un barrio marginal, donde vivirán en condiciones penosas intentando ganarse la vida como puedan. Agradecerán cualquier ayuda o gesto amigable, y percibirán en silencio las miradas de odio o de desprecio. Con suerte, se acostumbrarán a la indiferencia y se adaptarán.

En lo que va de siglo España se ha convertido en un destacado país de acogida. Antes del año 2000 la población venida de fuera no llegaba al 5 por ciento; hoy supera el 15 por ciento. El notable cambio de paisaje humano se ve muy claro en los barrios marginales de las grandes ciudades; pero hay pueblos en los que «los nuevos españoles» son ya más que los autóctonos. El paisaje migratorio está cambiando visiblemente con mayor rapidez que en otros países europeos. Los mejor acogidos son los que vienen de Iberoamérica, con la misma lengua, cultura y religión. Lo que ahora da más quebraderos de cabeza es la interminable llegada de cayucos africanos a Canarias, la acomodación de los que llegan y la explosiva situación de los centros de acogida de menores. Los españoles somos menos racistas que otros por nuestra herencia cristiana, el cruce histórico de culturas y la demostrada voluntad de mestizaje; pero es inútil ignorar las tensiones que se avecinan.