Cuartel emocional

El ovillo

La baraka no puede ser eterna y Sánchez, más pronto o más tarde, caerá

“Por el hilo se saca el ovillo”, dice el adagio, y continúa: “pero cuando éste se encuentra no lo agradecen los más pillos”. Claro, el ovillo que nos ocupa tiene nombres y apellidos, aunque todo se resume en uno, Ábalos, porque la operativa de Koldo y Aldama no se entiende sin el exministro, o sea, quien ostenta el papel principal de esta película. Pero algo hay que se nos escapa, como ocurría en cada capítulo de la serie del detective Colombo, aunque al final acabará saliendo la verdad a la superficie, bien porque el protagonista canta, bien porque las evidencias serán inevitables; la baraka no puede ser eterna y Sánchez, más pronto o más tarde, caerá. Es cuestión de paciencia, porque no es posible soportar que los proetarras sigan dando por saco, ahora pidiendo que se rebaje el límite de cárcel, toda vez que ya se han cedido las competencias penitenciarias, que se ha llevado a cabo el acercamiento de presos y que se esté a puntito de derogar la ley que regula el cumplimiento íntegro de las penas para los asesinos con las manos empapadas en sangre. El mercadeo de concesiones a cambio de respaldar los presupuestos nos hará ver lo que nunca habíamos imaginado, y el alfeñique Bolaños ya lo está calibrando. Pero, lo dicho, Ábalos acabará imputado y en su “Titanic” llevará consigo a todos por delante, que nadie crea que se va a hundir él solo. Su cara nos hace adivinar que no va a conformarse con comerse lo de organización criminal y cohecho sin arrastrar a “número uno”, que es como los colegas llamaban a Pedro según consta en los documentos que ya estudia el Supremo.

Ya sabemos que es muy difícil conjugar el verbo dimitir, si no es con la negativa por delante: yo no dimito, tú no dimites, él no dimite, y así lo palpamos cada día en los personajes que pueblan nuestro panorama cotidiano. Los fiscales y jueces recuerdan “que no tiene sentido que un fiscal incurso en una causa penal tenga que apartarse y García Ortiz no”. Pero, claro, como bien dijo Sánchez en una entrevista “¿de quién depende la fiscalía?... Pues eso…” Aquí lo que correspondería sería la inhabilitación ad eternum de quien ostenta este cargo, al que se le supone independencia necesaria y absoluta del gobierno porque debe llevar a Montesquieu grabado a fuego o a punta de navaja en la frente, pero, al parecer, ni a él ni a Pumpido se lo han enseñado en las aulas. Todos se aferran al cargo como si no tuvieran talento suficiente para vivir sin corromperse hasta límites tan bochornosos como evidentes. Una lástima porque la cabeza del presidente del Constitucional me consta que está repleta de agudeza, cultura, de habilidades y dotes sin tener que lamer el trasero de quien le pone el coche oficial. ¿Qué tendrá el coche con cristales tintados, el chófer y el escolta que tantas corruptelas provocan? Riámonos en vez de llorar, porque el ministro de transportes nos da pie a ello cuando asegura que “España vive el mejor momento ferroviario de su historia”.

CODA. La última y muy cacareada película de Almodóvar da mucho que hablar sobre todo por la pereza que despierta. La crítica ni la avala ni la alaba, bien al contrario dice que es una ininterrumpida sucesión de escenas dramáticas, bien interpretadas por Julianne Moore y Tilda Swinton, pero algunos como Carlos Boyero aseguran que es poco creíble y que todo resulta falso. Con esta afirmación tengo bastante para ahorrármela y centrarme en “El club de los milagros” y la adorada Maggie Smith, que nos va a proporcionar un recuerdo imborrable con esta su última película, lo mismo que con todas las de su amplia trayectoria.