Tribuna

Partir el Partenón o copiarlo

Lo considerado por griegos expolio y saqueo de más de la mitad de los mármoles conservados del antiguo templo de Atenea fue una adquisición legal

Ilia Galán Díez
Partir el Partenón o copiarlo
Partir el Partenón o copiarloRaúl

Llama la atención que un país sumido desde hace años en la miseria por el desorden financiero, como Grecia, se enfrente a la muy poderosa Inglaterra, para disputarle al Reino Unido unos fragmentos, rotos, de una obra de arte. Los griegos siguen aplastados por una de las deudas públicas más pesadas del mundo.

Cierto que son piedras muy particulares, pues esos fragmentos creados bajo la supervisión de Fidias formaban parte del Partenón, emblema por antonomasia de griegos y de las democracias actuales. Aquella arquitectura que cobijó el pensamiento de Sócrates o Platón, aquel periodo cumbre de la historia de la humanidad en que dirigía Pericles una próspera sociedad, llena de genios y mentes fascinantes, se ha convertido para los helenos como la Torre Eiffel para París o la Estatua de la Libertad para los Estados Unidos de América. Se trata de arte, pero también de fetiches, mitos, objetos ya «sacralizados» hace mucho tiempo.

Al cancelar el primer ministro británico, Rishi Sunak, su encuentro en Londres con su homólogo griego, Kyriakos Mitsotakis, llegado días antes, se desencadenó un serio conflicto diplomático, retornando precipitadamente con tempestuoso mar de fondo: el movimiento cultural anglosajón denominado «postcolonianismo». Fenómeno que se está convirtiendo en hegemónico en muchos sitios y algo «imperialista», paradójicamente, como es paradójico que la cabeza de los británicos sea un rico de origen hindú, cuya familia vino de las colonias, y sea este quien defienda el patrimonio «imperial». Aunque esto mismo también se pueda contestar.

En Downing Street lo justificaron diciendo que había mostrado mala fe, ya que se incumplieron las promesas de que no usaría la visita para disputar sobre la propiedad de las esculturas del Partenón. Los griegos niegan tales compromisos. La frase del representante heleno causó conmoción: «Es como si cortáramos la Mona Lisa por la mitad y una parte se queda en el Louvre y la otra en el Museo Británico». Una atrocidad, sin duda, pero que esconde un problema algo más complejo, ya que lo considerado por griegos expolio y saqueo de más de la mitad de los mármoles conservados del antiguo templo de Atenea fue una adquisición legal.

El Papa entregó a Grecia las piezas que había en los Museos Vaticanos el año pasado. Situaciones como estas no paran de repetirse en los últimos años con diversos museos occidentales, que parecen debilitados con las corrientes de pensamiento actuales, entregando parte de sus tesoros, a veces robados, otras legalmente adquiridos. De hecho, Lord Elgin, no robó esos restos de estatuas que estaban en parte desmoronadas y que se usaban como material de construcción, pulverizándolas, sino que pidió permiso al gobierno con sede en Constantinopla para llevarse las piezas en 1800, donde él era embajador. El sultán Selim III concedió que se llevara esos «escombros». Más de la mitad estaba en el suelo después de estallar el Partenón, convertido en polvorín en 1687. Después de la Guerra de la Morea, se desperdigaban, abandonados, desde hacía ciento catorce años. Lord Elgin se gastó una fortuna personal tras ordenar estudios y dibujos de todo y, finalmente, los vendió al gobierno inglés en 1816, por la mitad del precio que le había costado rescatarlos, quedándose entonces en una de las salas más visitadas del British Museum. Si lord Elgin no hubiera logrado ese empeño, tal vez se habrían perdido para siempre, aunque también arrancaron piezas del Erecteion y de los Propileos, lo que Lord Byron consideró, como muchos otros, más bien un saqueo.

Si estas reclamaciones se extienden, ¿podrían en Flandes reclamar El jardín de las delicias, de El Bosco, por ejemplo? Muchas piezas fueron compradas por naciones hegemónicas; otras se llevaron a la metrópoli después de una conquista que unía como propios, o no tanto, ciertos territorios. Si esto se extiende podría conducirnos a un caos sin precedentes, despojando a los grandes museos de piezas que ya son fundamentales entre sus colecciones. Pero nadie niega que lo más apropiado sería que las obras estén en el entorno para el que fueron concebidas y más todavía cuando han sido fragmentadas.

Sin embargo, habría una posible solución si se dejara un poco a un lado el fetichismo que afecta al concepto occidental de originalidad. En España tenemos el sensato ejemplo de La Dama de Elche, pues se hizo una copia perfecta, por medio de la anglo-hispánica empresa, Factum Arte, que permitió dejar en Madrid el original, bien custodiado y más visitado que en el lugar de origen, a donde se envió el clon, tanto que ni con lupa podría distinguirlos un experto. Las nuevas tecnologías permiten así, como con los múltiples en xilografía o grabados, considerar casi como clones y «originales» dichas reproducciones. Las esculturas que quedaban en el Partenón se cobijaron en el nuevo museo de Atenas. Podrían colocarse los clones en el lugar de origen y disfrutar a la vez en Londres y Atenas de un emblema que hoy es ya Patrimonio de la Humanidad.

Ilia Galán Díezes profesor de Estética y Teoría de las Artes en la Universidad Carlos III de Madrid.