Opinión

Planchar las arrugas

Las peores son aquellas que nos salen en la mente, en el cerebro, en la memoria

Con los años las arrugas aparecen de forma inexorable en la cara, en el cuello, en todo el cuerpo, pero las peores son aquellas que nos salen en la mente, en el cerebro, en la memoria, y éstas son las que vienen dadas por el deterioro que se produce en el entorno, en la vida, en el día a día de cada uno. Intentamos llevar nuestra existencia al margen de lo que pasa, pero no es posible, no nos dejan, y el pesimismo va impregnándolo todo, hasta la ropa que vestimos, dejando un tufo de asco que nos quitamos al desnudarnos y frotarnos la piel bajo la ducha, como hacen los asesinos en serie cuando vuelven a sus sórdidos hogares después de cometer un crimen, degollando sin piedad a otro humano o levantándole la tapa de los sesos como Aníbal el caníbal. Nos quitamos el olor que nos queda en la ropa al recibir la burla de la mentira y la sonrisa forzada, las frases hechas forjadas en una fábrica de idearios, de inteligencias artificiales que luego salen de las bocas de esos muñecos grotescos que conforman la nómina del gobierno, mientras tachamos los días del calendario, uno, otro, sin que nada cambie, sin la visión de que alguien con fuerza suficiente nos saque del atasco, como en los días de lluvia con el tráfico bloqueado y el espejo retrovisor roto que no permite ver una vía de escape por dónde tirar hacia una ruta mejor y sin obstáculos, mientras las facturas se acumulan sobre las hojas de periódico arrancadas para ir comentando las novedades de la semana. Vamos con ellas.

Nueva York estrena alcalde comunista y musulmán en una ciudad capitalista; promete abaratar el coste de la vida. Pongámoslo en cuarentena y dejémoslo hacer mientras volvemos a nuestro país y vemos a nuestro Rey pobre recibiendo a un monarca rico, el Sultán de Omán, mientras de fondo suena en palacio “Suspiros de España”. Ay, ay, ay. La pompa y la circunstancia vuelve a asentarse sobre las alfombras reales, y las grandes cruces y otras condecoraciones vuelven a lucir en el pecho de quienes merecen portarlas. Bueno, esto no siempre es así pero sigamos sin ahondar demasiado en las bajas miserias.

No sé si por allí andaba la mechada vicepresidenta con algún bolso falso de mercadillo, pretendidamente lujoso, supongo que habrá declinado la invitación, porque las gentes de izquierdas no participan de actos regios. O sí, porque les gusta más que comer alitas de pollo con los dedos. El oficio de reinar es el más difícil, y queda demostrado si miramos la trayectoria de nuestro viejo Rey, que tuvo que lidiar con unos y con otros para regalarnos el país que hoy tenemos, no me cansaré de decirlo. O el Soberano inglés, quien ha tenido que afrontar el duro papel de despojar de títulos a su hermano Andrew por su conducta rastrera e incalificable, dejándolo como un simple ciudadano carente de cualquier privilegio. No, no es fácil papel el de monarca reinante.

CODA. Estar en el objetivo de todas las cámaras es incómodo. Melania no es una reina, pero es la primera dama más primera dama de todas las primeras damas, y, por ello, como además es guapa, le critican todo. Dicen sus detractores, o más bien los de su marido, que es un derroche llenar la entrada de la Casa Blanca de calabazas como decoración de esta época del año. ¡Hombre, tampoco es para tanto! El kilo de calabaza no es muy costoso…