Opinión

La pregunta pendiente para Jenny Hermoso

Es inevitable preguntarse si Jenny Hermoso duerme tranquila cuando cierra la puerta de su habitación y apaga la luz. ¿Es consciente de que a Rubiales le pueden meter en la cárcel por esto?

Financial Times la declaró la segunda mujer más influyente del planeta Tierra, presentó las uvas en la televisión pública nacional, por su gran legado y su gran contribución a… Su vida sigue ascendiendo entre documentales y eventos…pero es inevitable preguntarse si Jenny Hermoso duerme tranquila cuando cierra la puerta de su habitación y apaga la luz. ¿Es consciente de que a Rubiales le pueden meter en la cárcel por esto? Debería preguntárselo el juez. Esa es la única pregunta realmente interesante, su respuesta y su cara.

El caso del Pico nos regresa a Las Brujas de Salem, la obra de Arthur Miller que recrea los juicios donde 19 personas fueron condenadas a muerte bajo el manto del puritanismo extremo, la sugestión histérica y el deseo de agradar a los que gobernaban sin control. Pero esto no es Massachusetts en 1692. Es España, 2025, y aquí el demonio no es invisible: tiene nombre, apellidos y puede que un palco.

Las claves de este proceso vergonzante y absurdo están en la distancia entre las reacciones iniciales de Hermoso, “No hay verano sin beso”, sus compañeras “Beso, besoo..” y las posteriores, cuando la izquierda hiperalerta decidió rentabilizar el incidente como caballo de batalla cultural. Antes de que estos políticos psicopáticos manipularan a la sociedad limítrofe y deseosa de sangre en la arena de su circo y pusieran en marcha la maquinaria de la indignación colectiva.

El switch de Jenny, amedrentada, imagino, por la apisonadora del absolutismo ideológico, su confusión, su transformación de adulta a víctima falsificada es un hecho trascendente. El pico es baladí.

Y España, siempre emocional, zopenca y visceral, recogió la piedra y la lanzó sin discernimiento ni compasión. En la plaza pública no hay individuos: hay masas a cuatro patas, entregadas a su propio hociqueo.

El proceso a Rubiales y sus “cómplices” no es un asunto judicial, sino político y proyecta la decadencia de una sociedad imbécil que no sabe leer ni interpretar la realidad, capitaneada por activistas taradas (redundancia. ¿Existen activistas no tarados?). Pero no importa si Rubiales agrede al decoro, se toca o deja de tocarse los huevos en un palco. No estamos hablando de mal gusto, ni siquiera de Rubiales. Ni de una agresión sexual. Ni de sexo.

Me pregunto también cuánto nos costará esta distorsión: lo pagará Rubiales, lo pagará Hermoso, símbolo político (que ha devorado a la persona). Y lo pagaremos todos. Porque no se está juzgando un gesto, sino los pilares que sostienen nuestra civilización: la razón y la soberanía del juicio individual (y los ojos que tenemos en la cara).

Y luego el paternalismo, esa rémora del peor machismo, la mujer victimizada, la mujer adultescente, niña, menesterosa, errática… que también pagará su parte y lo hará (lo haremos) con su propia libertad.

Vivimos en un régimen delirante —persecución, linchamiento, delaciones— que no es feminista, sino puritano. Aquí, los principios, la lógica y la verdad han sido arrugados en una pelota y lanzados a la hoguera donde arde Rubiales, entre otros, pero las fauces hambrientas de nuestra nueva Inquisición, presa de severas alucinaciones místicas, piden más.

Me alucina y me entristece, y me precipita a una mayor desconfianza hacia el género humano; me pregunto, para terminar, por las víctimas reales, con sus voces sepultadas, y por todas las personas realmente violentadas en el mundo. Porque no sé qué fue antes, si la maldad o la estupidez, lo que es incuestionable es que se dan la mano, y quizá también un pico.