El canto del cuco

Un presidente en la cárcel

No ayuda nada a la presunción de inocencia de Sánchez su protección al gerente con un retiro generoso, ni las escandalosas revelaciones de la «fontanera» Leire Díez

Ahora que el cerco de la Justicia se estrecha sobre la figura de Pedro Sánchez, presidente del Gobierno y secretario general del PSOE, el ingreso de Nicolás Sarkozy, expresidente de la República de Francia, en la cárcel, acompañado, hasta la puerta, por su apesadumbrada esposa y el resto de su familia, debe de producirle al dirigente político español un estremecimiento, una fuerte sacudida interior. Cuando las barbas de tu vecino ves pelar, pon las tuyas a remojar. Es lo primero que le habrá venido a la cabeza al inquilino de La Moncloa al contemplar el extraño y deprimente espectáculo. Sarkozy, de 70 años, está en la prisión de La Santé condenado por asociación ilícita y financiación ilegal, aunque él proclama enérgicamente su inocencia.

En el caso del gobernante español, ocurre que sus más cercanos colaboradores en el partido están bajo la amenaza cercana del ingreso en prisión, si no están ya dentro, como Cerdán. Y se acumulan las sospechas de financiación ilegal del partido bajo su mandato. Sánchez lo niega, lo mismo que Sarkozy, pero parece difícil de creer que él no supiera nada del obsceno tejemaneje del dinero en metálico en la sede de Ferraz, con sobres que van y vienen, ni del origen de ese dinero, que se amontonaba en cajas y en cajones. Es lo que se está investigando. Entre otras cosas, se buscan justificantes de los pagos en efectivo.

No ayuda nada a la presunción de inocencia de Sánchez su protección al gerente con un retiro generoso, ni las escandalosas revelaciones de la «fontanera» Leire Díez sobre su supuesta reacción delictiva ante las pesquisas judiciales.

Es natural que en estas circunstancias hayan hecho fortuna el lapsus subconsciente de la vicepresidente Yolanda Díaz de que «queda Gobierno de corrupción para rato» y la amenaza de la portavoz de Junts, Miriam Nogueras, de «hablar de la hora del cambio en vez del cambio de hora», que es lo que propone el presidente. Lo que está en juego es el tiempo político. ¿Estamos esta vez ante la renuncia definitiva de Puigdemont a sostener al Gobierno sanchista provocando su caída o se trata de un amago táctico más? Sánchez sólo pretende durar, necesita seguir protegido por los muros de La Moncloa para que no le pase como a Sarkozy, ayer tan poderoso. En el despacho presidencial, rodeado de escoltas y asesores, se siente casi invulnerable, capaz de hacer frente a las amenazas que se ciernen sobre él y sobre su familia más cercana. Pedro Sánchez tiene miedo; también los presidentes van a la cárcel.