Tribuna

Ante las próximas elecciones del 23 de julio

La responsabilidad moral y democrática de votar requiere tener en cuenta la situación concreta en el conjunto de España. Así mismo requiere conocer las propuestas de cada candidatura

Hace unas pocas semanas, los ciudadanos españoles fuimos convocados a elegir a nuestros representantes municipales y autonómicos; votamos y elegimos, los elocuentes resultados son conocidos por todos. Ahora, para el próximo día 23 de este mes de julio, hemos sido convocados, de nuevo, pero para elegir nuestros representantes en los organismos e instituciones nacionales. Son dos momentos importantes pero distintos aquel y éste. Todas las actuaciones conscientes y libres del hombre tienen una dimensión que nos pide actuar con una conciencia recta previamente formada. Por ello, en mi condición de Obispo de la Iglesia Católica y como ciudadano preocupado por el bien común, me permito dirigir o compartir una palabra con quienes me quieran escuchar, a propósito de estas elecciones, que son clave para el futuro de nuestra Nación, de España. En modo alguno voy a señalar, con este artículo, ninguna indicación que conlleve una indicación para votar a un partido político concreto. El que la Iglesia no se identifique con ningún partido político como exponente cabal del Evangelio, no debe confundirse con que cualquier programa es indiferente al mismo Evangelio.

En todas las elecciones y en las próximas de modo singular los católicos, como ciudadanos corresponsables en el bien común, todos debemos ejercer este derecho-deber y vota. Votar con libertad y responsabilidad. En la vida democrática, el ejercicio del voto es el principal instrumento del que disponen los ciudadanos para influir y comprometerse en la marcha de los asuntos públicos. Es un derecho que hay que ejercer con el mayor cuidado. Es verdad que no todo depende de los responsables políticos, pero de las personas elegidas dependen en buena parte la convivencia en paz y en el respeto mutuo, el bienestar y la calidad de vida de los ciudadanos, el funcionamiento de las instituciones y servicios, la defensa de los más desfavorecidos, los pobres, y la garantía de los derechos fundamentales, el bien común en suma. Todo ello nos exige que ejerzamos seriamente nuestro derecho al voto eligiendo libre y acertadamente a los candidatos, votando en conciencia y haciendo un seguimiento de la gestión de quienes resulten elegidos.

Se ha de dar el voto con libertad y responsabilidad. La responsabilidad moral y democrática de votar requiere tener en cuenta la situación concreta en el conjunto de España. Así mismo requiere conocer las propuestas de cada candidatura y fijarse en la competencia y en la honradez de las personas de quienes vayamos a apoyar con nuestro voto.

Ante estas elecciones hay algunos puntos que deben ser tenidos en cuenta en los programas de los partidos a la hora de apoyarlos con nuestro voto: El efectivo reconocimiento de los derechos humanos fundamentales y de la dignidad de las personas en el plano social, cultural, laboral, político y religioso, sin discriminación ni exclusión. En este sentido, entra muy de lleno que se reconozca el bien común, que entraña el bien de la persona, la dignidad e igualdad común de los seres humanos, -personas-, sea hombre o mujer, de tal raza, etnia, nación, religión o de tal o cual color de piel o de tal pensamiento, sin que quepa el sometimiento resignado y servil a fuerzas físicas o naturales. Y también en este sentido incluye la afirmación y defensa de la vida en todas las fases de su existencia desde su gestación a su fin natural de la muerte natural; incluye también la defensa y afirmación de la verdad y superación de la mentira y la manipulación como camino habitual en las relaciones humanas y arma para la victoria de intereses propios e incluye la defensa clara e inequívoca de la libertad y libertades, de la concordia, de la reconciliación y la paz. Y también en este sentido habría que incluir el bien moral de la unidad, la unidad de la nación en medio de la legítima diversidad, y del proyecto de futuro de esa unidad a la que se pertenece y la capacitación para el futuro y para la esperanza de la unidad del conjunto y personal, el desarrollo y el progreso y que no cierre puertas al futuro ni a la vida perdurable y eterna. Superación de relativismo exige una visión del hombre y su vocación inscrita en su corazón desde el principio, fundamentada en una ecología integral. Habría que añadir, también, la superación del relativismo que produce verdaderos estragos por ejemplo en la educación y en la opinión pública, en la cultura ambiental.

El apoyo decidido y claro al hombre; que no clausure al hombre en un inmanentismo incapaz de Dios y destructor, cerrado al mundo y a los otros, sobre todo a pobres y necesitados, miembro de una unidad a la que pertenece y ha de favorecer el proyecto común de esa unidad ;y el apoyo inequívoco a la familia, basada en la verdad que la sustenta, esto es, en el matrimonio entre un hombre y una mujer basado éste en el amor indisoluble y fecundo, abierto a la vida de padres entre sí y de hijos cuyo crecimiento e inserción social son responsables los padres, ayudados por la colaboración, defensa y protección de la sociedad. Los miembros de la familia, forman un unidad garantizada y protegida legalmente en cuanto unidad indisoluble de hombre y mujer, y a la familia de fundación matrimonial frente a tendencias a equipararla a otras uniones que no requieren ni promueven el verdadero matrimonio y sí otro tipo de uniones, se le debe todo el apoyo y amparo legal.

El respeto a la vida, desde su inicio a su fin natural, y estar en contra de la difusión del aborto y de la eutanasia. Una legislación que impida toda experimentación científica que atenta a la dignidad de las personas con el apoyo a cuidados paliativos.

El favorecer decididamente una política económica que propicie trabajar a todas las personas capaces, valorando el trabajo como un derecho real y primario de las personas y atendiendo con la prioridad que merecen los pobres.

Una política social que ampare a los más desfavorecidos de la sociedad y que esté abierta a la acogida de inmigrantes y refugiados que buscan en España y en la Unión Europea mejores condiciones de vida, en respeto a la seguridad del resto de la ciudadanía y en sintonía con el bien común. La búsqueda sincera de la paz y de la reconciliación y la condena de toda violencia europea.

No se puede ni se debe olvidar que pertenecemos a la Unión Europea y que se ha de propiciar cuanto la favorezca y los principios y orígenes que la sustentan y constituyen.

Se ha de respetar y propiciar la verdad de la historia y salvar la memoria histórica verdadera

Pido al Señor y a en esta “tierra de María, que es España”, a la Santísima Virgen, en sus diversas advocaciones, que iluminen a los que han sido llamados a votar y que los que accedan a los puestos de responsabilidad, los ejerzan con la mirada puesta siempre en el bien de las personas y de la sociedad, en el bien común.

Antonio Cañizares Lloveraes cardenal y arzobispo emérito de Valencia.