El trípode

El pueblo español despierta

Otro momento de crispación lo creó el terrorismo etarra que origino una intensa movilización social frente a ETA, bajo el lema unitario de «¡Basta ya!»

Con el vigente régimen constitucional camino de cumplir los 45 años, en España ha habido tiempos de singular crispación en la calle, pero ante todo protagonizados por los sindicatos con ocasión de graves crisis económicas y su repercusión en el empleo y las condiciones laborales de los trabajadores. Otros ejemplos fueron las huelgas generales con Gobiernos de Felipe González y los sucesivos de Zapatero y Mariano Rajoy ante la crisis económica y financiera de 2008, con la amenaza del rescate por los «hombres de negro» de nuestra economía para sanearla. Incluso el movimiento 15-M, precedente de Podemos, nació en esas circunstancias. Pero en ninguna de esas ocasiones el sistema constitucional estuvo en riesgo. Lo que como máximo estaba en juego eran las diversas alternativas a la política económica del Gobierno respectivo y, en su caso, el mismo Ejecutivo.

Otro momento de crispación lo creó el terrorismo etarra que origino una intensa movilización social frente a ETA, bajo el lema unitario de «¡Basta ya!», marcando un punto de inflexión en la política antiterrorista y un pacto de Estado para hacerle frente desde la unidad política. Pero en este caso tampoco estuvo en absoluto en riesgo la democracia.

La situación de crispación actual no es comparable de ningún modo a esos precedentes, ya que ahora ciertamente sí que está en juego el propio sistema constitucional por la política sanchista entregada en manos de los partidos separatistas catalanes y vascos. En este caso, además con el agravante de incluir entre ellos a los sucesores políticos de los terroristas etarras. Supera todo lo admisible que el presidente en funciones pretenda, para que le permitan seguir en el Gobierno, amnistiar nada menos que a dirigentes políticos que persiguen la ruptura de la unidad nacional y que, tras ser indultados, se ufanan de que «lo volverán a hacer». Que un prófugo de la Justicia, declarado separatista y antiespañol, sea cortejado en su exilio por el Gobierno, es una indignidad que está provocando una crispación social sin precedentes. Sánchez podrá formar un mayor Frankenstein que el anterior, pero no debe llamarse a engaño: la aritmética parlamentaria y la macedonia sanchista de ERC, Junts, Bildu, PNV y BNG, junto a Sumar con los 5 diputados de Podemos vendiendo caro su voto, son absolutamente ingobernables.

Si Sánchez es investido por ellos va a ser un cadáver político desde el primer día. Y con él su partido sanchista, el ex-PSOE. España no está en venta en manos de Sánchez y sus palmeros. Y el pueblo español, por fin, ha despertado.