El trípode

El pueblo español y «el síndrome de la rana»

Es tremendo el daño que el sanchismo está provocando a la reputación e identidad nacional e histórica de España y a los propios españoles con su actuación política

Es tremendo el daño que el sanchismo está provocando a la reputación e identidad nacional e histórica de España y a los propios españoles con su actuación política, carente del más mínimo patriotismo y ética pública. Está radicalizando, dividiendo y enfrentando a la sociedad española en dos bloques, donde Sánchez lidera uno con el «actual PSOE» –no el que quiso impedir que hiciera lo que hace ahora expulsándole de la secretaría general– acompañado de la admiradora de Marx y Engels, la comunista Yolanda; y de Puigdemont, Junqueras, y Otegi. Parece que el pueblo español experimenta el conocido «síndrome de la rana», con su cuerpo social adormecido y adaptado poco a poco a lo que sucede, y cuando quiera reaccionar, –si reacciona– será demasiado tarde. ¿Acaso alguien imagina como una posibilidad real que en Francia, Alemania, Italia, Portugal… y así hasta los 26 restantes países de la UE, el gobierno de su país estuviera en manos de quienes literalmente promueven su ruptura y entre ellos los dirigentes que ya lo intentaron desde las instituciones o mediante la violencia terrorista, y que envalentonados dicen que lo «volverán a hacer»?, ¿y que ahora encima exigen una amnistía cual si fueran heroicos luchadores por la libertad contra un Estado totalitario? Y todo ello, para que Sánchez sea presidente, al precio de borrar cualquier responsabilidad por todos aquellos delitos, de los cuales sus principales dirigentes tras ser juzgados y condenados, ya fueron indultados sin ningún arrepentimiento y eliminado su delito principal, la sedición, del Código Penal. Por si fuera pequeña tal ignominia, el expresident prófugo de la Justicia huyendo tras su heroica DIU de 8 segundos escondido en el maletero de un coche, fija las condiciones para que haya gobierno con Sánchez de presidente en España. Ninguno de esos partidos, repito, ninguno, sería legal en esos países: en sus democracias no se permiten organizaciones políticas cuyo objeto sea la ruptura de la Nación. Aquí no sólo son legales, sino que en un flagrante fraude de ley se les facilita además que formen grupo parlamentario dándoles una visibilidad política y financiación que ni siquiera les dieron los votantes. Y para culminar la indignidad, Otegi. Un exterrorista no arrepentido, y que está obteniendo con Sánchez lo que con la vida de los más de 850 españoles asesinados y miles de víctimas, no consiguieron. Mientras sucede eso, el PP, prestándose al papelón de que Yolanda, Aragonés y Urkullu le den públicamente con la puerta en las narices. Esperemos no se presten a que lo haga también el de Waterloo.