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Y volvieron cantando

Puigdemont, verdugo de Yolanda

A la vicepresidenta Yolanda Díaz solamente le queda esa bala de plata dentro de su negociado como responsable de trabajo, único regalo a poner sobre la mesa de su muy escamada y cada vez más exigua feligresía.

Quien se lo iba a decir a Yolanda cuando hacía la maleta de mano para viajar a Waterloo, ya saben, como «gran enviada» para convencer a un prófugo de la justicia sobre las excelencias democráticas de apoyar la investidura de Sánchez a cambio de una vergonzosa amnistía. Ahora podría ser ese separatista del que dependen en esta legislatura los designios de todo un país quien le acabe dando la definitiva puntilla política a aquella sonriente visitante de confirmarse la amenaza de Junts –amenaza con pesadas razones estratégicas– de no apoyar la gran apuesta de la número tres del gobierno, una reducción de la jornada laboral planteada sin encomendarse a la situación real de un país cuya economía de a pie gira en torno a pymes y autónomos. A la vicepresidenta Yolanda Díaz solamente le queda esa bala de plata dentro de su negociado como responsable de trabajo, único regalo a poner sobre la mesa de su muy escamada y cada vez más exigua feligresía. Una medida ya aprobada en consejo de ministros que necesita de mayoría parlamentaria, o lo que es igual del apoyo de un Carles Puigdemont tan convencido ya de que no conviene tumbar a Sánchez como de que se acabaron unos apoyos parlamentarios que solo rentabiliza el partido socialista de Cataluña con Salvador Illa en la Generalitat.

El prófugo de la justicia sabe mejor que nadie –y datos como el del CIS del pasado mes de abril son especialmente indicativos– que su electorado soberanista comienza a mostrarse bastante menos condescendiente con los escándalos de corrupción que cercan a personas ligadas al PSOE y al gobierno, pero sabe sobre todo que las nada despreciables exigencias al gobierno de Sánchez en favor de Cataluña, además de no traducirse en un aumento de expectativas electorales para Junts –tampoco para ERC y bien que lo sabe Junqueras–, afianzan al frente de la Generalitat a un president que no llegaba precisamente con la vitola de carismático líder pero cuya gestión se ve directamente beneficiada por los «logros» en el parlamento nacional de un independentismo sabedor de que sus tropelías no podrán repetirse sin recuperar el gobierno de la Generalitat. Ergo, mucho tendrá que cambiar Yolanda Díaz su reducción de jornada laboral atendiendo a las exigencias de Puigdemont si no quiere contemplar al fugado como verdugo de su carrera política. Ese al que tan jubilosa visitó.