Parresía
No me representan
Los españoles están hastiados y desconectan de tanta pelea parlamentaria. Ya todos sabemos que la coalición de Gobierno pretende seguir adelante hasta el final de la legislatura, porque a ambos les conviene. Da igual que el invento haga aguas
Los 8 de marzo siguen siendo altamente necesarios. Debemos seguir avanzando en la igualdad real entre las personas, derribando techos de cristal, eliminando brechas salariales, generando condiciones para mejorar la calidad de nuestra sociedad. Hay que reconocer que, gracias al movimiento feminista, estamos hoy infinitamente mejor que antes.
Véanse como muestra de cómo era España –hace no tanto tiempo– aquellos anuncios de la tele con los que crecimos los hoy cuarentones y cincuentones, en los que la lavadora era la mejor amiga de una mujer y ellas debían complacer a su marido, por encima de todas las cosas. Desde aquí, mi admiración profunda a esas mujeres y hombres que han sido capaces de ir moldeando poco a poco la educación colectiva en pro de la igualdad, en los hogares y fuera de ellos, para que hoy, al echar la vista atrás, veamos aquella publicidad machista y nos parezca algo espeluznante. De igual forma, espero que en breve, cuando recordemos la cuota de mujeres directivas en este 2023, nos llevemos las manos a la cabeza. Otra cosa es el 8M callejero de este año en la capital. Lo que vimos esta semana en las calles de Madrid no me representa. Y no sólo eso –con tilde–, las imágenes de las cabeceras de las manifestaciones me han causado pereza y rechazo. ¿A quiénes apelaban esas que gritaban en una y otra marcha, enfrentadas en los mensajes? Sus cánticos tradicionales sobre el patriarcado no me representan y, sinceramente, creo que no conectan con la realidad de la inmensa mayoría de las españolas, de corazón y maneras feministas, pero sin motivaciones políticas. Al contrario, si me apuras.
Los españoles están hastiados y desconectan de tanta pelea parlamentaria. Ya todos sabemos que la coalición de Gobierno pretende seguir adelante hasta el final de la legislatura, porque a ambos les conviene. Da igual que el invento haga aguas.
Esta semana, la fractura entre PSOE y Podemos quedó patente en la votación de la tramitación para reformar la ley del solo sí es sí. Te confieso que, pese a no estar de acuerdo con las intenciones de la ministra Irene Montero, llegué a sentir verdadera compasión de ella al verla tan sola en la bancada azul, junto a Belarra, defendiendo su ley «estrellada». Nada más concluir la votación, sus compañeras, ministras socialistas, abandonaron la cámara sin girarse hacia ella. Ni un adiós mínimo hubo, cuando España entera sabe que la ley del solo sí es sí fue aprobada en Consejo de Ministros y su responsable último, si hay que ser justos, es la propia presidencia del Gobierno. La división en la calle y en los despachos va a más. Ahora se enzarzan con la ley de la vivienda… Y esto acaba de empezar.
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