El trípode
Sánchez hablando de pucherazo: que conste en acta
A ningún presidente en su sano juicio se le puede ocurrir tal desatino, salvo que tenga interiorizada tal posibilidad, viéndose su persona como Biden o Lula frente a Trump o Bolsonaro
Han transcurrido diez días desde las elecciones del 28-M, cuyo resultado se puede resumir en una derrota sin paliativos por parte del sanchismo, como ya es conocido, público y notorio. Desde entonces, ni una autocrítica de su gran líder, que ya se encargó de que esa infausta jornada para sus ambiciones e intereses pasara con rapidez a formar parte del pasado, para centrarse en el futuro marcado con una fecha solo conveniente para Sánchez. En un tuit anticipó su análisis sobre lo sucedido, compartido con Hillary Clinton y resumido en «constatar la amenaza que los reaccionarios suponen para la democracia con su estrategia de siempre: Mentiras, bulos y discurso de odio…», algo que aquí «no iban a permitir». Tras ese mensaje compareció ante sus grupos parlamentarios del Congreso y Senado cual Xi Jinping ante su partido. Ante ellos y tras reiteradamente repetir que se enfrentaban a la «extrema derecha y la derecha extrema» para que quedara clara la consigna sanchista para el 23-J, pidió un apoyo rotundo a su persona –no al partido, que ahora ya es de su propiedad particular– para seguir en La Moncloa. Pero añadió unas palabras que resultan tan estrambóticas como preocupantes: «Me acusarán de dar un pucherazo y querrán detenerme».
A ningún presidente en su sano juicio se le puede ocurrir tal desatino, salvo que tenga interiorizada tal posibilidad, viéndose su persona como Biden o Lula frente a Trump o Bolsonaro, a los que citó expresamente. ¿Tan claro tiene que va a ganar dentro de un mes y medio, pese al rechazo del sanchismo expresado por los españoles en las urnas, que quiere adelantar ese eventual escenario para poder decir que ya lo había anticipado?
Por lo demás, ya que ha sido él quien ha introducido en el debate político y electoral ese hipotético escenario, conviene recordarle que de pucherazos «su» partido tiene alguna experiencia, en concreto durante la infausta –y tan admirable para su Democrática Memoria– Segunda República. No contento el PSOE con el triunfo de las derechas en las elecciones de 1933, su predecesor en la Secretaría General Largo Caballero promovió un golpe de Estado revolucionario contra el legítimo Gobierno de la República y, tras fracasar, el Frente Popular asumió el poder en las elecciones de febrero de 1936 con un pucherazo –éste sí– plenamente documentado. Quien lo dude puede consultar la obra «1936: Fraude y violencia en las elecciones del Frente Popular», en la que sus autores Manuel Álvarez Tardío y Roberto Villa García, historiadores españoles de la Universidad Rey Juan Carlos, lo demuestran de manera inapelable. Que conste en acta.
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