
Sin Perdón
Sánchez: ni progresista ni de izquierdas
«No hay nada más retrogrado y ultraderechista que establecer privilegios para un territorio en contra del resto»
A estas alturas nadie puede molestarse por afirmar que Sánchez es un mentiroso y un farsante. Es algo que ha acreditado con una perseverancia encomiable. En definitiva, es lo que quiere ser y cómo quiere que le recuerden. La mayor parte de la gente nos sentiríamos ofendidos si nos llamaran mentirosos o si descubrieran que lo somos. En el caso del líder del Gobierno, es el hilo conductor de su actividad pública, ya que su carácter como mentiroso compulsivo lo justifica como unos cambios de opinión. He de reconocer que nunca tendría tratos o incluiría en mi lista de amigos a un veleta de estas dimensiones. Es cierto que no es un caso aislado, pero me gustaría que el presidente del Gobierno sea una persona fiable y con valores. A este respecto entramos en la segunda parte de esta precisa definición de su carácter, que es ser un farsante. El magnífico e imprescindible diccionario de la Real Academia Española de la Lengua nos ofrece luz sobre esta palabra, ya que es quien «finge lo que no es o no siente» y es sinónima de engañador, impostor, embustero, tramposo, fingidor, embaucador o simulador.
Se me puede decir que bastaría con decir que es un mentiroso compulsivo, pero farsante completa muy bien su personalidad política. Desde que comenzó su andadura impulsada por el lobista Pepe Blanco, socio del millonario Javier Curtichs, y el exministro Miguel Sebastián, que respeto por su calidad humana y su capacidad como economista, ha seguido fielmente la divertida máxima de Groucho Marx: estos son mis principios, pero si no le gustan, tengo otros. Sánchez ha organizado otro de sus enredos con el cuponazo para Cataluña que ha pactado con su compadre Salvador Illa. Como buen farsante, no lo hace porque crea que es lo mejor para España, sino que es una de las exigencias de los independentistas para que le apoyen. Es una medida que demuestra que ni es de izquierdas ni es progresista. No es más que una farsa, porque no hay nada más retrógrado y ultraderechista que establecer privilegios para un territorio en contra del resto, que serán los paganinis de la fiesta. Ni siquiera es de derechas, a pesar de ser un joven vástago de clase media alta y casado con una rica heredera. Es un impostor ideológico.
Francisco Marhuenda. De la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación de España. Catedrático de Derecho Público e Historia de las Instituciones (UNIE)
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