El bisturí
Sánchez resiste a base de cortinas de humo
En estos tiempos convulsos el comodín preferido es agitar el fantasma de la ultraderecha dueña de Europa
Sabedor de la lógica fragilidad de memoria que suele azotar a una ciudadanía que camina a duras penas, como si cargara con una piedra de Sísifo a sus espaldas, para llegar a fin de mes, el Gobierno está prodigando con maestría el arte de tapar con un escándalo el escándalo que tapaba a su vez al anterior, y así, hasta casi el infinito. Sin embargo, esta práctica que tan buenos resultados le dio la pasada legislatura no parece suficiente en la presente, a la vista del fuerte desgaste sufrido en las urnas elección tras elección. Por eso, las huestes monclovitas la alternan ahora con la utilización de otras cortinas de humo y fuegos de artificio dirigidos a adormecer las conciencias y desviar la atención. Si en el pasado el recurso preferido para hacerlo fue la apelación constante a Franco, en estos tiempos convulsos el comodín preferido es agitar el fantasma de la ultraderecha dueña de Europa, encarnada en España en Vox y, naturalmente, en el PP, por seguirle el juego a Abascal. Lo ocurrido en Francia con Le Pen ha sido desde este punto de vista una salvación para Pedro Sánchez y la izquierda radical con la que se ha asociado, un balón de oxígeno al que asirse en medio del naufragio general de su política.
A este nuevo punto hacia el que reenfocar la atención para apartarla de asuntos tan graves como la imputación de la mujer del presidente, o la dulcificación de las condenas a los socialistas implicados en el mayor escándalo de corrupción de la historia de nuestra democracia, el de los ERES de Andalucía, el Ejecutivo ha decidido sumarle otros más, para que la maniobra surta más efecto. Habría que incluir aquí el humo del tabaco al que con tanta frecuencia alude como con tanto desacierto combate la ministra de Sanidad, Mónica García, o el socorrido tema de las webs porno que dice querer censurar ahora el ministro José Luis Escrivá, cuyo prestigio labrado al frente de la Autoridad Independiente de Responsabilidad Fiscal quedó pronto diluido, al aceptar servir genuflexo a las directrices del partido. Llamativa también en el arte del efectismo fue la visita relámpago que el propio Sánchez hizo al estadio en el que España se jugaba el pase a semifinales de la Eurocopa con Alemania para salir en la foto y ser entrevistado en televisión durante el descanso. Todo para transmitir la idea de triunfalismo y normalidad el mismo día en el que Begoña Gómez acudía por primera vez a los juzgados rodeada de todo tipo de medidas de seguridad por el escándalo del máster de la Universidad Complutense.
Como toda maniobra de distracción parece poca, el último en recurrir a una de ellas ha sido el ministro Félix Bolaños a cuenta de los abusos sexuales protagonizados por religiosos en España. ¿Qué mejor forma de tapar otros escándalos que provocar un enfrentamiento con la Iglesia Católica que, seguramente, aplaudan numerosos votantes de la izquierda, aunque para ello haya que desinflar con antelación el plan de resarcimiento diseñado por los obispos? Como toda argucia parece poca, a esta estratagema se añade la utilización de cualquier acto de protesta o reivindicación en Madrid para dirigir las iras hacia Isabel Díaz Ayuso, la gran china en el zapato de Sánchez, y el alcalde José Luis Martínez-Almeida. La última, en Madrid, cómo no, durante la celebración del orgullo gay.
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