El bisturí

Sánchez usa a Ayuso como cortina de humo

Cuanto mayor es la debilidad del Gobierno, mayores son los ataques a la presidenta de Madrid

Existe una formidable vara para medir con precisión milimétrica el estado de debilidad y nerviosismo por el que atraviesa en cada momento el Gobierno de Pedro Sánchez: la intensidad de los ataques que prodiga a Isabel Díaz Ayuso. Cada vez que fallos evidentes de gestión destapan su incompetencia, que los independentistas dan un mordisco a lo que queda de España con su aquiescencia genuflexa, o que un caso grave de corrupción azota al sanchismo, el presidente del Ejecutivo y sus huestes tratan de desviar el tiro saliendo en tromba contra la máxima representante de la Comunidad, la gran pieza a batir del socialismo, nadie lo dude.

Sucedió en lo peor de la pandemia, en donde la infamia llegó a tal extremo que se decretó un estado de alarma ad hoc para Madrid, con encierro incluido para sus habitantes, cuando los datos epidemiológicos de este territorio eran parecidos a los que también cosechaba la Comunidad Foral de Navarra, entonces regida por los socialistas. Todo, con tal de divulgar la imagen falsa de que Madrid gestionaba mal la crisis y el Gobierno bien, cuando en realidad era a la inversa. Especialmente vergonzosos aquellos días fueron también los ataques de algunos ministros o de diputados como Rafael Simancas, quien calificaba a la capital de «bomba vírica» y no mostraba reparo alguno en hacer el ridículo al acusar en público a la región de Díaz Ayuso de ser líder en tasa de letalidad por la Covid-19, cuando el puesto lo ocupaban en ese momento a gran distancia del resto dos regiones socialistas en ese momento como Castilla-La Mancha y Aragón.

Inasequible al desaliento, el Gobierno de Sánchez difundió infundios sobre el lugar en el que pernoctaba la presidenta en los momentos más álgidos de esta crisis, y cargó todas las tintas contra la asistencia sanitaria en la comunidad, la creación del Hospital Isabel Zendal, los materiales proporcionados por su hermano y las bajadas de impuestos, pinchando siempre en hueso. Elección tras elección, el partido que sustenta al Ejecutivo y sus socios de ultraizquierda fueron humillados por el PP en Madrid. Fruto de esas derrotas Pablo Iglesias tuvo que abandonar la política, Podemos ha quedado amortizado y Sumar lleva camino de hacerlo en breve, pero el gran derrotado de todos en este pulso ha sido siempre Pedro Sánchez.

Ahora, el líder de ese partido que de socialista solo conserva el nombre ha vuelto a la carga, lanzando a poderes del Estado a los que maneja como títeres contra la presidenta madrileña o, mejor dicho, contra su pareja, porque contra ella no han podido recabar material alguno que la comprometa. La operación incluye filtración de datos tributarios de su novio, el uso torticero de la fiscalía y una cacería mediática protagonizada por todos los satélites que le ríen las gracias al PSOE, amnistía incluida. El objetivo, una vez más, es claro: tapar con una mera investigación de Hacienda el escándalo de la corrupción que rodea a militantes de este partido y gente próxima al presidente en relación a la venta de mascarillas durante los peores momentos de la pandemia, cuando centenares de personas fallecían cada día por culpa del virus y de la incompetencia del Gobierno a la hora de limitar su impacto en la población. Moncloa vuelve a errar en su estrategia: lejos de amedrentar a los votantes de Isabel Díaz Ayuso, ataques tan burdos los espolean y la llevan en volandas a obtener cotas electorales cada vez mayores.