Los puntos sobre las íes

Señores del PP, Petro es un ex terrorista

Gustavo Petro jamás ha pedido perdón por los crímenes del M-19

El socialcomunismo español lleva dos semanas de orgasmos y no precisamente interruptus. La llegada del corrupto Lula provocó el primer éxtasis hace 10 días. Y este miércoles les ha puesto la visita de Gustavo Petro, al que el antaño socialdemócrata y ahora podemita diario El País gusta llamar «activista» o «ex guerrillero». Cualquiera de las dos acepciones les valen. La historia de siempre: los malos-malísimos de la izquierda son siempre Robin Hoods posmodernos y los de la derecha, terroristas, fascistas y no sé cuántos más -istas, amén, obviamente, de asesinos. Cuando en mi modesta opinión el terrorismo no tiene colores ni versiones buenas, malas o lights. Un terrorista es un ser abyecto por definición. Lo dice la ética, lo dictamina la moral más elemental y es de primero de Derecho Natural. Consecuentemente, Petro es un ser abyecto. Fue destacado integrante del M-19, que no eran precisamente seguidores de la doctrina de la no violencia de Mahatma Gandhi. Los analistas más imparciales cifran en 5.900 los asesinatos consumados por esta banda terrorista, siete veces más que los no menos hijos de perra etarras. El mundo está tan podrido desde el punto de los valores que un terrorista como Petro o un narcotraficante como Maduro pueden alcanzar la Presidencia de una nación. Llegan democráticamente para luego establecer regímenes que nada tienen que ver con la libertad.

Petro jamás ha pedido perdón por los crímenes del M-19 ni por el arsenal, explosivos incluidos, que se halló en su domicilio. Tampoco por la más conocida salvajada del M-19: el asalto del Palacio de Justicia de Bogotá, en pleno epicentro de la capital colombiana, la Plaza de Bolívar, a tiro de piedra de la Casa de Nariño, residencia presidencial, y del Congreso. El secuestro de la sede del poder judicial en 1985 se saldó con 101 muertos y cientos de heridos. Ése era el modus operandi del M-19: la aniquilación física del adversario. Por cierto: el objetivo real de la toma del Palacio de Justicia era incinerar los sumarios que incriminaban al más sanguinario narcotraficante de la historia, Pablo Escobar, y todo su gang. Vamos, que fue un crimen de encargo, 2 millones de dólares mediante.

Ese Petro es al que hemos recibido con todos los honores en Madrid y el que nos ha devuelto el cumplido ciscándose en la mayor gesta humana y social de la historia: la colonización de América. Entiendo que el Rey, el presidente o incluso el alcalde de Madrid lo tengan que agasajar por obvias razones diplomáticas y protocolarias. Pero lo cortés nunca debe quitar lo valiente. A Almeida no le quedó otra que, reglamento en mano, entregar la Llave de Oro de la Ciudad de Madrid al visitante. Pero, al menos, tuvo la decencia de no aplaudirle. Idéntica dignidad a la de Vox, que tomó las de Villadiego en el Congreso cuando el ex terrorista tomó la palabra. La desagradable sorpresa de la jornada la protagonizó la bancada popular que, al ver a los diputados de Abascal desfilar camino de la puerta, no se les ocurrió mejor idea que ponerse en pie y prorrumpir en aplausos a Petro. O no conocían la biografía del pájaro o les pudo la tirria al adversario. Petro es al M-19 lo que Otegi a ETA. ¡Ah! y, por cierto, los dos entramados terroristas colaboraron históricamente. Decenas de etarras recibieron instrucción en Colombia en el manejo de armas y bombas, know how que luego emplearon para asesinar policías, militares, guardias civiles y ciudadanos en general. El loable y maravilloso sentido institucional del nuevo PP se pasó de frenada esta vez.